A los 30, en la casa paterna

Ana MirandaA los 30, en la casa paterna. Contención y ahorro, ejes de un fenómeno que crece.
Participa Ana Miranda, Coordinadora Académica del Programa de investigación Juventud.
Por Lucila Rolón.
Publicado en diario La Nación, edición impresa, el domingo 21 de junio de 2015.
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A los 30, en la casa paterna. Contención y ahorro, ejes de un fenómeno que crece.

Según el censo, casi el 20% de los argentinos de entre 30 y 35 años aún residen en la casa paterna; la cultura urbana y el costo de vida, entre las principales causas.

Una de las cosas que más disfruta Duilio Marucci es escuchar música bien fuerte: Ivete Sangalo, Cláudia Leitte y toda la samba y el axé brasileño de Bahía impregnándose en las paredes de su habitación. Pero por estos días, subir el volumen lo llena de una ansiedad desconocida: está entusiasmado, a punto de llevar su música a otra parte porque, en marzo próximo, Duilio se muda solo. Deja la casa de sus padres por primera vez, a los 32 años.

Hasta ahora, nunca antes había tenido ganas de dejar la casa paterna: “Me podría haber ido a los 25, después de que abrí mi local (un solárium a diez minutos del centro de La Plata), pero no quise. Siempre estuve muy cómodo con mis viejos”. Duilio es uno de los tantos argentinos que reflejan una tendencia social cada vez más instalada: tener más de 30 años y vivir con los padres. Según el último censo (2010), casi el 20% de los hombres y mujeres de entre 30 y 35 años se declara “hijo del jefe o jefa de hogar”. Un índice que fue aumentando: 10%, entre 1970 y 1991, y 15%, en 2001.

Los motivos por los cuales este grupo permanece en sus hogares de familia son varios. “Es una tendencia típica de las grandes ciudades, que viene acentuándose desde hace 15 años”, explica a LA NACION Ana Miranda, coordinadora académica del Programa Juventud de Flacso. “Los estudios marcan que se debe a dos transiciones claves en la vida de las personas en sociedades que van cambiando culturas y dinámicas propias: por un lado, el pase de la educación como actividad central, cuando antes lo era el trabajo; por otro, las dificultades de adquirir una vivienda propia”.

Se sabe que la etapa de juventud tiende a alargarse. Una persona que hoy tiene sesenta años probablemente haya vivido la antigua cadena de rituales de la vida: terminar el período educativo, insertarse en el mercado de trabajo, casarse luego, tener hijos. Había determinada secuencia para cumplir esos mandatos que definitivamente cambió: “Desde fines de 2000, las personas se realizan a gusto personal, sin seguir estructuras”, explica Miranda, y desarrolla sus motivos. “Aumentó la esperanza de vida y por lo tanto, hay más tiempo para cumplirlos. Además, el proceso de inserción laboral es mucho más dificultoso para los jóvenes. En general, las primeras ocupaciones de los jóvenes son de mucha inestabilidad, de alta rotación; los call centers o los puestos de atención en comercios dan cuenta de esto”, detalló.

Duilio, por ejemplo, dice que seguir viviendo con sus padres le permitió llevar una vida de deseos cumplidos: “Pude ahorrar plata para visitar varias veces a mi mejor amigo, que vive en Brasil; comprarme un auto de $ 200.000; equiparme con todo lo que quiero para mi nueva casa. No hubiera podido hacerlo si hubiera tenido que gastar mi sueldo en alquiler y comida”.

Nieves Solís Prougénes se acaba de mudar con su novio y, de su experiencia en la casa de sus padres, donde vivió hasta sus 31 años, cuenta más o menos lo mismo: “Desde que era chica soñé con vivir sola, en mi espacio. Intenté vivir con una amiga a los 21 años, pero no funcionó. Así que volví a vivir con mi mamá y aunque seguí deseando mi propio lugar, entendí que no era tan malo postergarlo”. Nieves dice que las dos trabajaban y no se veían hasta la noche, y que ella pasaba las tardes sola, con su perra, estudiando. “Si no tenía una necesidad real de irme ¿por qué iba a obligarme? ¿Iba a gastar plata en alquilar un departamento en el que no iba a estar nunca? Preferí seguir cómoda, con mi mamá, que nunca me impidió hacer nada.” Así que, se puso en campaña para cumplir otro sueño: recorrer Europa durante un mes. Y lo hizo: “No hubiera podido ahorrar para eso si hubiera tenido que mantener una casa sola.”

Este fenómeno es global y fue recogido por el cine. Hollywood lo mostró en Soltero en casa (como se conoció aquí Failure to launch). Hartos de mantenerlo, los padres de un soltero de 35 años, Matthew McConaughey (que en la vida real vive con su madre), contratan a una joven “motivadora” profesional (Sarah Jessica Parker) para que, haciéndole creer que la que ha conquistado, lo convenza de independizarse. Y el cine francés también se hizo eco: en Tanguy, los padres del protagonista (Éric Berger) se confabulan para que su hijo de 28 años finalmente deje el hogar.

Pero la realidad ofrece infinitos bemoles. Pedro Palazzani es fotógrafo, tiene casi 45 años y vive con su padre, cerca de La Pampa. Los dos están divorciados: “Los alquileres en Buenos Aires son muy caros y yo preferí cambiar dinero por bienestar. Volví con mi padre, a una casa con jardín, él tiene su espacio y yo el mío, recibo a quien quiero y él también. No siento presiones para irme y por ahora no quiero hacerlo”. Pedro dice que la convivencia funciona porque ambos respetan ciertas reglas: “Yo, los horarios de comida y de silencio; él, mantener la casa limpia. Se corta la diferencia familiar, para mí es como vivir con un amigo mayor muy querido”.

Diego Giacomini es economista jefe de la consultora Economía & Regiones, y explica que, en la Argentina, prácticamente no existen los créditos hipotecarios: “Son el adelanto al presente del consumo futuro a cambio de una tasa de interés. La relación entre nuestro sistema bancario y financiero, y nuestro mercado de capitales lo hace imposible, especialmente, por la inflación. Y los argentinos no ahorramos en pesos; por lo tanto, no hay créditos en pesos. Tampoco en dólares porque hay poca cantidad”.

¿Cuánto se tiene que ganar por mes para poder asumir un contrato de alquiler o una cuota mensual de la compra de una vivienda? Para el Iindec el sueldo promedio de los argentinos es de 10.400 pesos, y que la mitad cobraba 5500 hasta fines del año pasado. Y, para más detalles, el ingreso medio de los hombres es de 5200 pesos y el de las mujeres, de 4000. Fabián Pedina tiene 50 años y desde hace tres que vive con su madre en la casa de su infancia, en General Rodríguez. Como Pedro, volvió con ellos después de divorciarse. “Soy chofer de camión de larga distancia. Gano unos $ 15.000, y más de la mitad va para mi ex mujer y a mis hijos. Si bien sé que no tengo otra opción, me avergüenza lo que piensen de mí, viviendo a esta edad con mi mamá.”

Lila Ihnatenko, de 32 años, también quiere vivir sola, pero sigue con sus padres, en una casa de 130 m2, en Florida. Vinieron los tres desde Ucrania hace 14 años, cuando ella tenía 18, y son un ejemplo de la realidad de muchos argentinos: “Nunca me fui porque con la suma de nuestros sueldos estamos más cómodos que si me fuera por mi cuenta. No me angustia porque soy muy independiente, soy la que lleva la casa adelante”. Aunque algunas veces, lamentó no estar cumpliendo todos sus sueños, Lila supo tener paciencia. Esta semana se recibió de licenciada en Administración de Empresas y con lo que pudieron ahorrar en familia es probable que pueda comprar un departamento: “Será pequeño, tal vez lo alquilemos y me vaya a vivir ahí. O tal vez me enamore y me vaya con mi compañero. Como sea, no me desespero. ¿Para qué?”