Arturo Fernández: cómo lo cortés no quita lo valiente

Por Ana Miranda y Sergio De Piero.

Escribimos estas palabras sabiendo que muchas otras y muchos otros pudieron haberlo hecho y expresado, sino en las mismas frases, en idénticas ideas. Se nos fue Arturo Fernández, un entrañable e inteligente hombre del campo académico que generó un consenso muy poco común. Aquí mismo en FLACSO – Argentina abundan sus amigos y sus discípulos: los hay de su misma generación, de las generaciones que lo siguieron, así como también muchos jóvenes que están iniciando su camino en las ciencias sociales. Alumnos, tesistas, compañeros de investigación y de docencia, quienes compartieron su visión política, quienes no…los diagnósticos son equivalentes: Arturo fue un hombre clave del desarrollo de la Ciencia Política y las Ciencias Sociales en general en Argentina y en América Latina. Su obra y su gran personalidad forman hoy parte de nuestra memoria y acervo regional.

Había estudiado abogacía, pero esa profesión nunca lo terminó de entusiasmar. A fines de la década del 60, como muchos de su generación, continúo su formación afuera, en la Universidad Católica de Lovaina, donde realizó el posgrado en Ciencia Política doctorándose en 1976. Mientras enseñaba esta disciplina aun naciente en nuestro país (en la Universidad del Salvador), la dictadura militar lo hizo partir como a tantos y en medio de la incertidumbre regresó a Europa y luego de buscar trabajo en Francia, estuvo un tiempo como profesor en Argelia para luego un breve paso por Nicaragua y finalmente en Perú. A poco de llegar la democracia a la Argentina, retornó al país. Fue profesor de varias universidades argentinas e invitado en tantas otras de países latinoamericanos. Sus principales espacios de docencia fueron la Universidad Nacional de Rosario primero y luego en la Universidad de Buenos Aires, en la Facultad de Ciencias Sociales y la Universidad Nacional de General San Martín. También fue profesor aquí en nuestra FLACSO, donde participó además como tutor de tesis y consejero de posgrado. Una actividad que siguió ejerciendo hasta estos días, aun cuando ya estaba jubilado y amablemente concurría invitado a clases y comités con una humildad y educación sin igual.

En el campo de la investigación Arturo desarrolló en nuestro país el área de estudios sindicales, en el marco de una tradición ligada al análisis de la acción colectiva. Fue investigador del CONICET, y como miembro de una generación que desde el CEIL (Centro de estudios de Investigaciones Laborales) aportó en la consolidación de un espacio de investigación desde el cual se produjeron muchos de los trabajos más relevantes de los estudios del trabajo. Él fue parte de quienes dieron a los estudios sindicales una estatura de rigurosidad académica, donde se destacan sus principales publicaciones: Las prácticas sociales del sindicalismo-1976-1982, CEAL, 1985; Movimientos Sociales en América Latina, Aique G. Ed,  1991; Empresas y sindicatos frente a la flexibilización laboral, CEAL, 1995. También producciones en otras áreas como: “Algunas causas socio-políticas de la crisis de representación de los sistemas de partidos: el caso de los Estados de América del Sur“, Polis04, Universidad Autónoma Metropolitana, México 2004. “La opción por el parlamentarismo“, 2006. Y una de sus últimas publicaciones, como compilador Rasgos y perspectivas de la nueva izquierda en América del Sur HomoSapiens, 2013. Solo por nombrar una pequeña parte de su producción.

Llevó también adelante una tarea que deja un sello notable y a la vez que no impacta con la potencia que dejan, por caso, los libros: la formación de investigadores. Arturo tuvo una muy extensa lista de “dirigidos”, tanto tesistas de maestría y doctorado, como investigadores en formación. O decenas a los que escuchó en una oficina o en un bar, “alocados” proyectos de investigación y les brindó un horizonte realizable mediante consejos siempre precisos. Formar recursos, como dice el ítem de los formularios, no es de las tareas mejor reconocidas en el sistema de incentivos económicos, pero asegura la profundización de la ciencia de manera notable. Arturo se lució como un referente y un maestro para muchos de nosotros.

Entre los recuerdos es preciso nombrar que el trato amable y generoso no le impidió platearse metas de construcción al interior de las instituciones de las ciencias sociales. Y si bien la gestión académica es intensa supo arriesgarse a ello sin perder el trato humano con todos los pares, y ser nombrado en posiciones de conducción siempre con altos grados de consenso: Decano del Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad de Rosario; Director de la Carrera de Ciencia Política de la UBA, Secretario Académico de la Escuela de Política y Gobierno de la Universidad Nacional de General San Martín  y Presidente de la Sociedad Argentina de análisis Político (SAAP) por dos períodos.

Fue, siempre, un lector apasionado (y comprometido) de la realidad y conmovido por las injusticias. Su compromiso político en el campo nacional y popular fue siempre ejercido desde su territorio, el campo académico. Quizás estas palabras, del último texto que más arriba citamos, nos digan de ese compromiso:

“Las Ciencias Sociales de la región deben comprender que explicar las reformas latinoamericanas en curso es la única vía para legitimarse; no les es conveniente desconocer, tal como en el siglo pasado, la realidad particular de nuestros países sea para agraviarla o sea para degradarla. Si esas Ciencias no contribuyen al mejoramiento de toda la humanidad, pierden su razón de ser”.¹

Es difícil terminar este homenaje, sin quizás agradecer, los momentos compartidos, los apoyos, la amabilidad y el compromiso con la tarea académica ligada a la lucha por la justicia social, sobre todo en estos días en los que nuevos desafíos nos obligan a reafirmarnos como trabajadores e investigadores críticos de nuestra realidad social.

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¹ “Los movimientos sociales y populares en la coyuntura actual latinoamericana. Nueva proyección política”, página 35.