“Cuba, EE.UU. y el continente ahora en clave post hegemónica”

Diana TussieCuba, EE.UU. y el continente ahora en clave post hegemónica
Por Diana Tussie, Directora de la Maestría en Relaciones Internacionales, y Pia Riggirozzi
Publicado el 15 de febrero en Miradas al Sur
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Cuba, EE.UU. y el continente ahora en clave post hegemónica

Las condiciones geopolíticas y normativas que por décadas aseguraron la posición hegemónica de Estados Unidos (EE.UU.), y encasillaron, doblegaron y socavaron las relaciones regionales, ya no son lo que eran. Fue un hito el derrumbe del ALCA en la cumbre de Mar del Plata en 2004. Y desde entonces la consolidación de liderazgos de nuevo cuño con vocación de autonomía y equidad dio paso a formas de concertación en clave contrahegemónica. Instituciones regionales alternativas emergieron con fuerza para reclamar la región como espacio propio y reconstruir las relaciones latinoamericanas circunvalando y desafiando de frente la relevancia de organismos tales como la Organización de los Estados Americanos (OEA), conocida como “el ministerio de las colonias”.

El reto no es sólo simbolismo político liderado por presidentes de izquierda contra la dominación de Estados Unidos. Las relaciones entre Estados Unidos y América latina enfrentan un cambio profundo, ya que todas las coordenadas de poder regional, diplomacia y cooperación están viviendo un proceso de transformación.

La creación de la Alianza Bolivariana de las Américas (ALBA), en 2004, liderada por Venezuela y Cuba; la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), en 2008, incluyendo las doce naciones de América del Sur; y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), incluyendo todas las naciones de América latina y el Caribe, son manifestaciones de esta vocación por reclamar la región como espacio propio. Estas organizaciones excluyen a Estados Unidos y Canadá, y son una expresión de los compromisos cada vez más maduros y diversificados de los países de América latina y el Caribe con los países fuera de la región, particularmente con China. Indican también la creciente importancia de la cooperación intrarregional a través de mecanismos alternativos de concertación política, de financiación y de cooperación en áreas como la seguridad, los derechos (políticos), el desarrollo, la energía, la infraestructura y la salud. En esta clave debe leerse tanto el empuje dado a la construcción del túnel internacional Paso Las Leñas, entre Chile y Argentina, como el viaje de la Presidenta a China. Como antesala de esta llamada “alianza estratégica integral”, la megapotencia hoy sostiene líneas de swaps con la Argentina y Brasil y otros 23 países. En enero, en ocasión del foro China-Celac, se había anunciado un ambicioso plan de cooperación entre China y la región. Son todos indicadores de la resignificación de las relaciones en al ámbito latinoamericano.

La nueva diplomacia se despliega en un espacio históricamente liderado, articulado y digitado por Estados Unidos. La resignificación erosiona la influencia de Washington y del orden que siempre regenteó. La  sexta Cumbre de las Américas, un proceso íntimamente dependiente de las ambiciones de Estados Unidos y articuladas por la OEA, celebrada en Colombia en abril de 2012, había ya puesto claramente sobre el tapete las divergencias en términos de las relaciones con Cuba y la estrategia de lucha contra el narcotráfico. Los países latinoamericanos habían afirmado que boicotearían una cumbre que excluyera a Cuba. Ya augurando la aceptación tácita de este cambio de condiciones, el secretario general de la OEA, José Miguel Insulza, había asistido a la segunda cumbre de la Celac, celebrada en febrero de 2014 en La Habana. Además de ser sede de la cumbre, Cuba pudo ostentar la presencia del secretario general de la OEA, de la cual Cuba estaba excluida desde 1964, junto con la visita del secretario general de la ONU, Ban Ki-moon. Todas claras señales del clima regional. El apersonamiento de Insulza en particular puso de manifiesto que Estados Unidos estaba abandonando el clima de hostilidad y hostigamiento a Cuba y  se avenía a las nuevas condiciones.

Los consensos regionales están fortalecidos mientras la OEA pierde terreno en áreas claves. Unasur ha desplazado efectivamente a la OEA como la institución preferida para la resolución de conflictos y mediación en la región: Bolivia, en 2008; Ecuador, en 2010; Honduras, en 2009; Paraguay, en 2012; y Venezuela en estos mismos momentos. Unasur también  lidera formas innovadoras de “diplomacia regional” representando a América del Sur en su conjunto dentro de la Organización Mundial de la Salud y frente a corporaciones farmacéuticas internacionales. Celac, por su parte, ha envuelto a EE.UU. en un progresivo proceso de “insociable sociabilidad” en relación con Cuba, colocando a la isla en el centro de las relaciones de la región con Estados Unidos. Ya es un hecho que Cuba estará presente en la próxima Cumbre de las Américas 2015, en Panamá, a pesar de la oposición del Congreso norteamericano. El acercamiento entre ambos países se tornaba ineludible en este nuevo contexto.

La importancia de esta convivencia diplomática se entiende como un reconocimiento a Cuba como miembro integral del sistema interamericano, con la venia de Washington; o no. Hay un espacio abierto  para políticas regionales y acuerdos institucionales alternativos, así como un nuevo equilibrio de intereses que se traduce en lo que llamamos “regionalismo post hegemónico”. Como signo de cambio epocal, las diferencias y los desacuerdos ya no se dan en clave de órdenes imperiales, “tómalo o déjalo, my friend”, sino de acomodar de manera más equitativa la consabida severa diplomacia hegemónica, siempre resistida y nunca legitimada.