El Mercosur busca ampliar su quórum

Diana TussieEl Mercosur busca ampliar su quórum
Diana Tussie, Directora del Área Relaciones Internacionales, analiza los desafíos comerciales a los que se enfrenta el Mercosur.
Por Emiliano Guido
Publicado el 14 de diciembre en Miradas al Sur
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El Mercosur busca ampliar su quórum

La jerarquización del Parlamento regional y la aceleración de la membresía boliviana serán los objetivos más importantes de la cumbre de Paraná para relanzar el bloque regional.

Impulsar la construcción de un nuevo puente transfronterizo o intentar reducir las barreras culturales interestatales pueden ser los ejes de campaña de un dirigente político regional que busque, en el futuro, ganar una banca en el Parlamento del Mercosur. Hasta el momento, con poco más de veinte años de historia, el bloque sudamericano ha tenido un bajo grado de institucionalidad. La integración económica de los países de la Cuenca del Plata más Venezuela, socio pleno desde el año 2012, ha pecado del “interpresidencialismo” como una marca de gestión en el proceso de toma de decisiones. Sin embargo, los jefes de Estado, sobre todo desde el ciclo progresista abierto por la llegada al poder del kirchnerismo, el Frente Amplio uruguayo y el Partido Trabalhista, han sabido superar instancias difíciles, dando pasos sin media tintas en las reuniones que los suelen encontrar una o dos veces al año. La defensa al sistema democrático común tras el golpe parlamentario contra Fernando Lugo en Paraguay o la vigencia de la matriz proteccionista de la Unión Aduanera para filtrar los acuerdos de libre comercio con los países centrales fueron puntos de avance que se forjaron en las citas presidenciales del Mercosur. El problema es que, tras las cumbres, aparece el abismo institucional de la herramienta integracionista. “Si bajos niveles iniciales de interdependencia asociados con una activa diplomacia presidencial permitieron al Mercosur triplicar sus flujos comerciales internos en seis años y proyectarse internacionalmente como un actor promisorio, la posterior retracción de la interdependencia y la ausencia de instituciones operativas frenaron la profundización del proceso y lo desgastaron por fatiga. El hecho de que el Mercosur siga siendo un asunto de presidentes y cancilleres demuestra que su funcionamiento no ha sido internalizado sino que se mantiene como una cuestión de política exterior”, alerta el politólogo argentino Andrés Malamud en un excelente ensayo titulado “¿Triunfará la Patria Grande?”. Por ese motivo, la decisión del gobierno argentino de impulsar la elección directa de sus representantes legislativos en el Mercosur puede ir contagiando al resto de los países para jerarquizar un espacio que hoy solo existe para que los gobiernos, o los Congresos, premien a dirigentes amigos con la titularidad de una banca que no paga costo político, pero que tampoco suma demasiado puntos a la Patria Grande versión Cono Sur.

El Mercosur es un espacio económico de carácter intrarregional y sus asociaciones estratégicas se fijan por consenso. En términos menos formales, el bloque tiene una matriz comercial más estatal que aperturista y no permite, por sus tratados constitutivos, que ningún país se corte solo en la firma de un TLC con un gigante extrarregional. Sin embargo, el Mercosur tuvo una etapa más open mind a la hora de fijar un arancel externo común, pero esa mirada expiró cuando finalizó la década de los noventa. Luego, llegó la primavera autonomista y los países sudamericanos, comandados por el eje Lula-Kirchner, enterraron el Acuerdo de Libre Comercio para las Américas en Mar del Plata y todos sus posibles sustitutos, como los acoplamientos con Washington vía TLC bilaterales. Hoy, la coyuntura es otra. La relación de fuerzas entre los países aperturistas de todo el continente sudamericano –el Paraguay del colorado y magnate Horacio Cartes, o los integrantes de la Comunidad Andina de Naciones como Colombia, Chile y Perú– y los gobiernos integracionistas es más equilibrada. Por lo tanto, en la cumbre de Paraná no sólo se escucharán citas emancipatorias y proclamas independentistas, también estará presente el relato pro libre mercado de la mano de dos nuevos horizontes que se le abren a la región: la relación con los países de la Alianza del Pacífico (un mini ALCA impulsado por la Casa Blanca) y la concreción o no de un gran acuerdo comercial con la Unión Europea. El jefe de Gobierno porteño, por supuesto, ya se pronunció a favor de fumar la pipa de la paz con Bruselas. Esta semana, el líder del PRO participó de un congreso partidario del oficialismo teutón, se dio un apretón de manos con el ex campeón mundial de boxeo y actual alcalde de la capital ucraniana; una puesta en escena global donde abogó por “realizar todos los esfuerzos necesarios para concretar el acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea. Además, deberíamos profundizar la relación comercial priorizando a aquellos sectores que son clave para la Argentina, como la agroindustria”. Menos barrera comercial, y más hectáreas de soja y biocombustibles, podría decodificarse como subtexto ideológico de la declaración de Macri.

“La matriz comercial del pacto que se está discutiendo con Bruselas desde el año 1995 no difiere mucho de la agenda librecambista promovida por Estados Unidos con su, finalmente, frustrado Acuerdo de Libre Comercio para las Américas. Por lo tanto, hay riesgos grandes de desequilibrios porque el tamaño de nuestro bloque regional difiere enormemente con la estatura geopolítica de la Unión Europea, que es una potencia hegemónica mundial. Luego, ¿dónde van a estar concentrados los beneficios comerciales en el corto plazo? Indudablemente, en el capítulo de la agroindustria. Eso conlleva aumento de la renta para un sector de nuestra elite pero, a largo plazo, al incrementarse el volumen de las exportaciones con origen primario porque la demanda externa será más sostenida, el valor de los alimentos a nivel doméstico acentuará su curva ascendente”, responde Diana Tussie, profesora de Flacso, ante la pregunta de Miradas al Sur sobre los desafíos comerciales que abre un apretón de manos con el Viejo Continente. Pero, la amenaza no es sólo externa, también existen dudas internas sobre el rumbo de la nave comercial mercosureana. Históricamente, los países chicos del bloque –Paraguay y Uruguay– se sintieron molestos en la relación con los hermanos mayores de la asociación –Buenos Aires, Brasilia, y ahora Venezuela– por términos objetivos, la brecha comercial es significativa dado el tamaño de las diferentes economías, pero también por cuestiones de índole ideológica. Esta claro que el color de la gestión de Cartes es colorada –por la estética partidaria del oficialismo– y no roja. Todo lo contrario, hoy Paraguay es la nueva niña mimada de los mercados financieros. La prensa económica especializada destaca cómo Asunción aumenta sus cuotas de exportación en carnes, pero nada se dice sobre el terrorismo de Estado de baja intensidad desplegado por Cartes en el interior rural para asegurar la viabilidad de los negocios sojeros y narcos. Pero, además, la nueva administración del uruguayo Tabaré Vázquez también podría sumarle grados de tensión a la convivencia mercosureana. Vázquez ya abogó en su primera presidencia por firmar un TLC con la Casa Blanca. En ese momento, el ala izquierda del Frente comandada por José Mujica frenó el acercamiento con el norte. Indudablemente, esa interna frenteamplista se profundizará en el 2015. Raúl Zibechi, periodista del semanario montevideano Brecha, anticipó el nivel de los futuros cortocircuitos anotando una línea picante en un reciente artículo suyo: “Mujica será el jefe de la oposición a Tabaré”.

Uno de los títulos periodísticos de la cumbre de Paraná será la jerarquización del Parlamento regional, otro eje destacado pasará por la aceleración de la membresía boliviana. Venezuela demoró unos años en ingresar al bloque, el Congreso paraguayo hizo lo posible por frenar su incorporación, pero finalmente lo hizo. Ahora, la capital entrerriana podría escenificar la sumatoria de Bolivia como nuevo socio pleno del Mercosur, cuya familia ya pasaría a la media docena de miembros. La Paz sumaría un importante estatus energético y gasífero al capital económico del bloque. Pero, sobre todas las cosas, ante la avanzada de la Alianza del Pacífico, el futuro acuerdo con la Unión Europea, y las dilaciones de Uruguay y Paraguay, el estreno de la sexta silla del Mercosur para el primer presidente indígena de Bolivia puede ser una suerte de bálsamo para recuperar la mística política regional perdida.