Sztajnszrajber: “Creo que todo el mundo es un pequeño filósofo”

Darío SztajnsrajberSztajnszrajber: “Creo que todo el mundo es un pequeño filósofo”
Entrevista a Dario Sztajnszrajber, docente del Posgrado en Gestión Cultural
Por Coqui Toum / Diario UNO de Santa Fe
Publicado el 7 de diciembre en Dario UNO
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Sztajnszrajber: “Creo que todo el mundo es un pequeño filósofo”

El filósofo que cambió la forma de entender la disciplina pasó por Santa Fe y se prestó al diálogo con Diario UNO. Radio, televisión, música y teatro son sus plataformas para hacer llegar el saber.

Habla de una disciplina “extraña” que parece estar de moda pero que, al mismo tiempo, genera rechazo y distancia. Dice que generalmente, es tomado como un saber improductivo que se asocia con lo solemne, con lo críptico, con algo aburrido. Dice también que todo esto puede ser verdad pero que, a su vez, existen muchas otras formas de construcción de sentido y que no todo lo que se hace tiene que tener un sentido utilitario. Hace poco más de tres años empezó a hablar de filosofía en televisión, y la Mentira se convirtió en Verdad. Conceptos lejanos y abstractos se volvieron cercanos y palpables acompañados de música y dramatizaciones. De repente la filosofía dejó de ser aburrida. Así fue la aparición de Darío Sztajnszrajber en el mundo de los medios, disruptiva, como la disciplina de la que habla.

En la semana pasó por Santa Fe, con su espectáculo Filosofía + Música. Allí apunta a un público juvenil y aborda distintas temáticas filosóficas desde el análisis de las letras de clásicos del rock nacional como Spinetta, Charly, Fito y Los Redondos. Diario UNO aprovechó la oportunidad para hablar con el filósofo del apellido difícil sobre sus inicios en los medios, su mirada de la actualidad, la utilidad de la filosofía y sus proyectos para el año próximo.

—¿Cómo surgió esa idea de llegar a un público al que no se estaba llegando, conjugando música y filosofía?

—Es importante sacar a la filosofía de esos formatos que la venían haciendo algo excluyente. Creo que todo el mundo, de alguna manera es un pequeño filósofo, haya o no estudiado filosofía. En la medida en que uno genere vínculos, transferencias y disparadores que permitan reconocer su propia potencialidad de cuestionamiento, se motiva esa lógica. Cualquiera que descubra que esa es una veta con la que puede redimensionar y reinventarse a sí mismo se engancha. Hay que buscar formas pedagógicas, mecanismos de vincularidad que hagan que uno no se cierre frente a la palabra filosofía, o a las preguntas que plantea la disciplina y, en ese sentido, el arte es clave. Es lo que buscamos con esto, es muy distinto escuchar la Alegoría de la Caverna de Platón, leyéndola directamente de un libro, o escuchándola de alguien que la repite leyendo un apunte, que escucharla en medio de Reloj de Plastilina, de Charly, que trata la misma temática. Entonces, ahí te das cuenta cómo el rock genera una apertura, para alguien que se predispone a dejarse invadir por el discurso filosófico y animarse a desplegar esa faceta.

—Cuando apareció Felipe Pigna generó que muchos chicos y adolescentes se empezaran a interesar en la historia. ¿Usted piensa de la misma manera en la filosofía?

—Primero hay que aclarar que no es lo mismo lo popular que lo masivo. Creo que lo popular supone una expresión auténtica, de sensaciones, búsquedas y emociones, mientras que la mercantilización es al revés. Es un dispositivo producido por las industrias culturales para generar un tipo de consumo. Creo que lo que Felipe hizo cuando salió Algo Habrán Hecho, fue una búsqueda de popularización. Los proyectos de divulgación de biología, como lo que hace Diego Golombek, con proyecto G, o de matemática como lo que hace Paenza, es decir, todos los intentos de divulgación que hacemos, al igual que el de Felipe, tienen que ver con la popularización, entendida como la democratización del saber. En este sentido ha sido clave la política cultural, educativa y comunicacional que se produce desde el Estado. Ninguno de estos proyectos hubiese existido sin Canal Encuentro detrás. O sea, hay un marco que supone una política concreta de querer hacer de la divulgación, una forma de democratización del saber y ahí nos inscribimos un montón de proyectos. Lo que pasó con Pigna fue que, casi de una manera vanguardista, él sale con Algo Habrán Hecho a finales de los 90. Era otro tiempo, otro marco y se la bancó muy bien, pero tuvo que lidiar con algo que nosotros no, porque de algún modo nos sentimos todos contenidos dentro de un tiempo histórico que le da sentido a lo que estamos haciendo.

—En una de sus respuestas mencionó a la filosofía como una disciplina que se ha puesto de moda. ¿Por qué cree que ha sucedido eso?

—Primero, le quito a la palabra “moda” su connotación negativa. Me parece que hay una mayor escucha a lo que puede aportar la filosofía. Vivimos un mundo atosigado de hiperconsumo y cosificación, en donde se vuelve cada vez más imposible escaparse de los valores utilitarios hegemónicos. Todo se vuelve infinitamente productivo, estratégico, calculatorio. Entonces, la filosofía con su sentido más deconstructivo, con su búsqueda de la diferencia, con su cuestionamiento a la racionalidad como única forma de acceso al saber, disrumpe. Cuanto más sumergido está el mundo en una realidad de objetos, mercantilizada, esa deconstrucción genera un aire. Creo que ahora hay una búsqueda importante de esos lugares por donde transitan sentidos diferentes a los tradicionales que van desde la filosofía hasta el arte, o que también se ven atravesados por las nuevas espiritualidades, por formas diferentes de relacionarse con prácticas corporales, que van desde la meditación hasta el yoga. Me parece que en el mundo en el que vivimos que nos tapona todo el tiempo en sentidos unilineales, dicotómicos, la filosofía recupera libertad. Una libertad diferente a como se la lee en el sistema. La libertad de la incertidumbre, de saber que estamos cambiando todo el tiempo, de entender que todo lo que se nos presenta como verdadero o definitivo supone una construcción previa, de entender que todo puede ser de otra manera. Eso, a la vez que genera angustia o vértigo, al mismo tiempo motiva. Es una sensación de emancipación importante.

—En tiempos de hiperconsumo, de hiperconectividad, de inmediatez, ¿hay espacio para pensarse de esa forma?

—La informática, así como enajena, genera también múltiples posibilidades emancipatorias. En ese sentido, creo en el poder de las paradojas. El mundo ha llegado a un estado tal de exasperación, de descomposición social y existencial que dialécticamente llega a un extremo y posibilita que uno pueda empezar a visualizar otras perspectivas. Ahora, creo que esto no es algo que se produce de manera natural, no es fácil y no es algo que se da de inmediato. En este sentido, creo que la divulgación de los saberes va un poco en esa línea. El trabajo que hemos hecho durante dos años seguidos en Tecnópolis, nos ha mostrado que hay algo que se mueve en la gente que a lo mejor nunca en su vida escuchó la palabra filosofía, pero que por estar 40 minutos algo mueve. Pero si yo no soy optimista ni creo en el optimismo, me parece otra religión.

—En el mundo de hoy, en el que se prende la tele y hay un bombardeo con noticias que hablan de descomposición social, de inseguridad y de violencia, ¿qué posibilidades tiene el hombre de plantearse la razón de su existencia?

—Yo creo que todas. Porque sino uno incurre en la celebración de lo existente como algo inmodificable. Si prendés la tele y ves noticias de alumnos que les pegan a los docentes como única noticia que expresa la realidad educativa, y la repiten diez veces por día; la muestran como si fuese la representación de la realidad educativa de nuestra sociedad y, evidentemente, uno termina construyendo ese sentido de lo real. Me parece que el mundo es muy diverso y suceden muchísimas cosas. Frente a una realidad que va por esa línea y que se presenta de modo dicotómica y unilineal, la filosofía propone la posibilidad de buscar un sentido alternativo. Creo que en algún momento las búsquedas existenciales nos atraviesan a todos. Que a esa persona que está 24 horas mirando televisión, siempre, en algún momento, se le despierta una pregunta existencial. Por ahí viendo el programa de Tinelli, un llanto o algo que uno puede leer desde la farándula más estereotipada, puede generarte como disparador, algo inédito en tu búsqueda existencial. El tema es que uno le dé lugar y que no piense que ese tipo de pregunta por los fundamentos no tiene sentido, no garpa, o no tiene lógica. Eso es lo que tratamos nosotros de recuperar, la productividad de lo improductivo.

—¿Por qué tiene tan poco lugar la filosofía en el sistema educativo o, por lo menos, en sus niveles iniciales?

—Porque no hay una tradición que haya trabajado filosofía para niños. Es algo bastante novedoso, a lo que algunos colegios están apostando en formato de talleres. Es una práctica fascinante, pero en general las instituciones, todas, son conservadoras. Toda reforma institucional supone mucho esfuerzo y coraje y, por otro lado, se sigue visualizando a la filosofía como una disciplina que no aporta. Se piensa en más horas de matemática o de biología, o la materia que se considere más productiva, que en filosofía parece ser una pérdida de tiempo para los alumnos. Toda la educación artístico-humanística tiene ese prejuicio. Realmente es ir casi a contramano de la historia. Pero, igualmente, cuando decimos que está de moda, significa que en las grandes empresas hoy se hace filosofía, y que en la política y en los medios también. La proyección que tiene la filosofía como discurso, como manera de preguntar, de reflexionar sobre los temas hoy está siendo ejercitada en múltiples lugares, con lo cual una vez más las instituciones atrasan, porque se pelean contra eso.

—En Mentira, la Verdad, hay mucha actuación suya y es un programa que rompe el molde en la manera de hablar de filosofía en tele. ¿Cómo nace el proyecto?

—Nace por una decisión de trabajar para una franja joven en Canal Encuentro con programas para adolescentes. En ese tiempo, la directora del canal, Jésica Tritten, era alumna mía en Flacso y después de una clase me dijo que lo que hacía en el aula podía ser llevado a la televisión. Yo trabajo mucho la clase como una puesta en escena, dialéctica. Estoy todo el tiempo tratando de bajar conceptos a la realidad cotidiana para que no sea algo frío y explicativo de manera neutral, sino que involucre al que escucha. Más en filosofía que son temas que involucran sí o sí, y esa fue una clase muy movilizante y de ahí surgió la idea. Me acuerdo que en un momento me preguntaron qué tendría en el aula que no puedo tener, y les dije: una banda de música y actores con los que pueda ir armando las cosas que voy explicando. Y así fue surgiendo un primer boceto del programa, apareció la casa productora que es Mulata Films, y con todo eso prepararon un demo.

—¿Es consciente de que es un programa que rompió el molde?

—Soy consciente, pero me resulta todavía bastante increíble. Hay una cantidad de trabajo puesta ahí que no te deja ni respirar. Cada temporada lleva un año de laburo, es mucho trabajo. Uno no llega a asentar lo que está pasando, y es increíble que un programa así haya tenido tanta trascendencia, no solo por los premios y las nominaciones. Evidentemente, el programa se ve mucho. Me ha pasado que me reconozcan caminando en Ecuador y en México. La otra vez cuando hicimos el espectáculo en La Plata, vinieron unos italianos que ven el programa en su país y que armaron como un club de fans. Es un programa que para la filosofía rompe moldes, pero lo interesante es ver si rompe algún molde en el mundo de la televisión.