La escuela con los pies en el aire: hacer escuela, entre la desigualdad y la emancipación

Patricia Redondo – Núcleo de Estudos de Filosofias e Infâncias (NEFI) de la Universidad Federal de Río de Janeiro – 2019.

En el partido de La Matanza, a solo treinta kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires, funciona la Escuela Especial N° 516 de Villa Scasso que se erige, desde hace quince años, en una de las barriadas más pobres y olvidadas en el Conurbano de la provincia. En un territorio donde opera una doble exclusión –la discapacidad y la pobreza– sus maestros lograron romper con algunos estigmas, se propusieron resignificar los diagnósticos de sus alumnos y reinventar la vieja tradición de la escuela especial con ritmos propios, escenas inéditas y una gran participación popular. La escuela con los pies en el aire. Hacer escuela, entre la desigualdad y la emancipación, es el nuevo libro de Patricia Redondo, docente, pedagoga e investigadora del área de Educación de FLACSO Argentina, doctora en Ciencias de la Educación por la Universidad de La Plata y co-directora de Infancia, Educación y Pedagogía, que realizó su trabajo sobre esta escuela con su tesis doctoral en la Facultad de Humanidades de La Plata (UNLP). Ahora, un libro recoge su investigación y esta experiencia: fue editado por el Núcleo de Estudos de Filosofias e Infâncias (NEFI), de la Universidad Federal de Río de Janeiro, que coordina Walter Kohan.

“En esta escuela pasaba algo diferente y que yo buscaba desde hace mucho tiempo”, resume Redondo. En el trabajo de campo, para la tesis de doctorado, la investigadora realizó más de treinta entrevistas en profundidad y compartió las tareas de la escuela, como una observadora, silenciosa, por casi un año. A veces durante tres o cuatro jornadas por semana. En ocasiones, se subió también en los recorridos escolares para llegar a la escuela, desde el itinerario de la combi o una caminata a pie. También realizó las actividades de integración: un viaje a la República del Uruguay, donde un grupo de quince docentes narró la experiencia en primera persona y otro con los alumnos del grupo El Altillo, en 2016, hacia el Tríptico de la Infancia –La Isla de los Inventos, El Jardín de los Niños, La Granja de la Infancia—, en Rosario, Santa Fe, donde fueron recibidos por la ministra de Cultura de la provincia, María de los Ángeles “Chiqui” González.

En el prólogo de este trabajo, Myriam Southwell refiere: “Este modo de hacer escuela que Patricia Redondo nos hace vivir es una muestra potente de una escuela que trabaja –para desarmar- algunas de las expresiones más acuciantes y limitativas de la época que vivimos: el miedo, el desamparo y la soledad de niños, niñas, jóvenes y sus familias. El miedo a no saber, a no poder, a que nos miren y nos muestren nuestras limitaciones, a quedar en el camino; el miedo ha sido un rasgo de enorme presencia en la escuela desde su origen mismo. El miedo de los y las alumnos y alumnas, pero también las y los profesores tienen miedo de no ser buenos profesores, de no poder, de no “dar la talla”, de que no sirva lo que hacen. Y eso lo logra recorriendo un camino que no tiene fórmulas mágicas enlatadas, ni prescripciones que pongan la reflexión fuera de la escuela, ni a través de liderazgos individuales. La opción que pone en funcionamiento es la de desplegar proyectos colectivos”.

“Mi trabajo como maestra rural, durante la dictadura, en Quilmes y Berazategui, me obligó a migrar y recalé en La Matanza. Fue allí donde trabajé como directora en los monoblocks de La Tablada, donde habitan miles de personas, centenares de familias, con un trabajo comunitario muy fuerte. La pregunta que nos atravesaba siempre fue: ¿Qué es lo que puede una escuela, en situaciones complejas o adversas, en territorios marcados por la desigualdad? Esa investigación me llevó a trabajar en estas villas donde el Estado desaparece como tal, claro, a excepción de las fuerzas policiales. En el recorrido por otras experiencias, en América latina y en Argentina, siempre tuve un contacto con escuelas y maestros de La Matanza. En el caso de esta escuela fue su director, en algún momento, quien me pidió si podía acompañar alguna reunión del colectivo de docentes y fue, de ese modo, como conocí la experiencia a partir de recorridos de formación, de experiencias de conversación, y que está escuela siempre tuvo a lo largo de su historia. Es decir, la elección de la escuela fue a partir de haber construido un vínculo a través de los años: yo tenía indicios que en esta escuela pasaba algo diferente y que yo buscaba desde hace mucho tiempo: algo que era del orden de la igualdad. No sabía bien exactamente qué, pero era algo que recogía desde el discurso, entendiéndolo también como una práctica”.