← Boletín 9 - Julio 2020

IntercambiEIS
Boletín digital de Educación Integral en Sexualidad para América Latina y el Caribe

Voces que transforman

Entrevista a Andrea Tuana Nägeli

Andrea Tuana Nägeli es Lic. Trabajo Social por la Universidad de la República – Uruguay. Magíster en Políticas públicas de igualdad de género por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) – Uruguay. Directora de la Asociación Civil El Paso. Coordinadora académica del Diploma Superior sobre Violencia basada en Género, FLACSO, Uruguay.

Por: Equipo Editorial IntercambiEIS

¿Qué aporta pensar la violencia hacia niños, niñas y adolescentes desde una perspectiva anti-adultista?

Creo que es fundamental, porque es la forma de poder comprender la violencia. Cuando hablamos de violencia hacia niños, niñas y adolescentes estamos hablando de relaciones de poder. Esas relaciones de poder que hacen que el mundo adulto pueda establecer esas relaciones de sometimiento tienen que ver con el adultocentrismo, con la forma en que estas sociedades, -quizás al decir de Rita Segato “el orden político”-  han establecido en cómo los adultos se relacionan con los niños, niñas y adolescentes, por lo tanto, esa perspectiva antiadultista nos permite posicionarnos en una definición adecuada, una conceptualización adecuada de lo que es la violencia. En el entendido que hay múltiples enfoques sobre la violencia, en general, y las violencias a la infancia, donde muchas veces se apelan a explicaciones o a modelos de producción patológicos, buscando la patología de quien ejerce la violencia. En realidad cuando lo miramos desde una perspectiva de derechos humanos y antiadultista, estamos poniendo el foco en la verdadera producción de la violencia que tiene que ver con la relación de sometimiento.

¿Cómo pensar las políticas públicas y la educación desde la interseccionalidad?

Cuando miramos la violencia, también la tenemos que ver en ese orden político que tiene una multiplicidad de interseccionalidades, donde existen distintas jerarquías o relaciones de poder. La interseccionalidad género-infancia es muy fuerte además de estar muy extendida. Hay otras interseccionalidades que también forman parte, pero creo que hay un núcleo duro y básico en esta interseccionalidad género- infancia donde nos van mostrando cómo se van diagramando las relaciones de poder en esa estructura patriarcal que lamentablemente tiene vigencia, donde niños, niñas y adolescentes se ven sometidos por relaciones de edad y por relaciones de género. Ambas cosas. Entonces, la política pública para poder realmente generar programas, acciones y políticas de enfrentamiento a este tema, necesariamente tiene que tener un enfoque interseccional para poder realmente cumplir su objetivo, para llegar a las transformaciones que son necesarias. De lo contrario son miradas parciales, que muchas veces pueden terminar generando acciones que son más iatrogénicas, que producen daño en vez de ser acciones que tienden a la transformación de todas las formas de opresión y sometimiento. Esto es importante porque hay una cierta contraposición entre las políticas de género y las políticas de infancia. A veces, incluso, una mirada muy reduccionista muchas veces en las políticas de género donde la infancia no es mirada, sino que es invisibilizada, y en muchos casos es vista como una barrera para que las mujeres puedan tener vidas más autónomas, o poder salir de las situaciones de violencia, o directamente no se toma en cuenta, en la situación de violencia de género, de esa mujer que sus hijos e hijas son parte de esa estructura, y por lo tanto también tienen que haber medidas que se tomen en ese sentido. Lo mismo pasa, en ese sentido, cuando se desarrollan políticas que se miran desde la infancia y desde las relaciones adultistas de poder, pero no se toma en cuenta cuando existe esas formas de violencia hacia la madre de esos niños. Ejemplo de esto, es cuando, se generan intervenciones fragmentadas, y otras veces intervenciones que terminan condenando o castigando a estas madres. Por ejemplo, en Uruguay es muy común que en los casos de explotación sexual se terminen procesando a las madres por omisión a los deberes inherentes a la patria potestad y no se logra dar una mirada de género a la problemática de la explotación sexual,

¿Por qué pensás que se da esta contraposición entre las políticas de infancia y las de género?

Creo que hay problemas desde diferentes lugares: desde la mirada más patriarcal, me parece que siempre se mira la violencia hacia las mujeres como un problema de adultos, y que de alguna manera, si bien se entiende y hasta se puede compartir que esta mujer es una víctima de la situación, hay una barrera que tiene que ver con esa concepción patriarcal que plantea que “con los niños es otra cosa”, como si la relación paterna con niños, niñas y adolescentes es algo que hay que privilegiar, que hay que cuidar. Entonces, la conceptualización de quien está ejerciendo esa práctica (sea del sistema de justicia, o los equipos técnicos), alcanza a ver esa violencia hacia la mujer, pero no logra ver la violencia como un hecho estructural, donde, en definitiva, si estamos hablando de relaciones de sometimiento, es parte de toda la familia. Me parece que eso viene de un problema de conceptualización y de concepción, que hay que avanzar mucho más, desde la perspectiva feminista, creo que hay algunas dificultades para ver dónde colocar el tema de las maternidades y donde colocar a los niños, niñas y adolescentes. La infancia es vista para el movimiento feminista, casi como una amenaza a la autonomía de las mujeres, y entonces los niños y la maternidad, y la relación de los feminismos con los niños, niñas y adolescentes, es una relación en conflicto, y el feminismo le ha faltado, le sigue faltando profundizar, conceptualizar y teorizar las infancias desde una perspectiva feminista y la maternidad desde la perspectiva feminista para poder comprender estos fenómenos de violencia desde una mirada global.

También hemos sido socializados con esto de que la familia es lo primero. Esa concepción “familista” que la familia es lo primero y que “pase lo que pase, es y tu padre, es tu madre, pase lo que pase va a ser mejor un padre violento que no tener un padre”. Esa concepción está grabada a fuego y por esta falta de mirada del feminismo no se ha teorizado sobre estos aspectos, se ha dejado como en un vacío.

Paradojalmente, en el caso de los embarazos de niñas, veo algunas posturas feministas del derecho de la niña a decidir con su cuerpo, y si quiere continuar con el embarazo, se la debe respetar. Es una postura que no comparto en lo más mínimo porque me parece que a esa mirada feminista le falta la interseccionalidad con la mirada de la infancia, sobre todo cuando hablamos de maternidades de niñas producto de la violencia sexual. Estamos hablando de otra historia, no estamos hablando de libertades de “es mi cuerpo, hago lo que quiero” sino que estamos hablando de una niña que está siendo sometida y violentada.

¿Cómo observás que influyen las medidas de confinamiento a las situaciones de violencias hacia niños, niñas y adolescentes?

Lo que pude observar, por lo menos en mi país, es que fueron devastadoras las medidas de confinamiento porque en los casos donde existe violencia, las niñas y los niños quedaron totalmente solos y aislados, entonces se agudizaron muchísimo dos cosas: el sentimiento de soledad e indefensión de muchos niños, niñas y adolescentes, y la convivencia permanente, casi sin cortes, y en un constante estado de alarma y temor. Esto es intolerable, porque, por lo menos cuando las/os niñas/os salen para ir al liceo, a la escuela o a otros ámbitos, o cuando el agresor sale de la casa, a trabajar, hay momentos del día en que aflojan esos niveles de tensión, pero durante el confinamiento, realmente fue devastador.

El hecho de estar a expensas del agresor, muchas veces del abusador sexual, que tiene más tiempo para ejercer esos abusos, profundizó la indefensión porque no había nadie o ninguna chance de pedir ayuda o descargar un poco esa angustia, que en general tienen los niños, niñas y adolescentes cuando salen. Entonces creo que, son medidas que aumentan exponencialmente los niveles de riesgo, que pasen cosas muy tremendas, de hecho, sucedieron: han habido casos que se complejizaron mucho, nosotros, desde la ONG tuvimos que intervenir en situaciones para sacar a las/os niñas/os de las casas. Hemos visto situaciones de femicidios, de abuso...realmente fue un momento muy difícil para los chiquilines1. Digo “fue” porque en Uruguay, no tuvimos confinamiento obligatorio, pero sí hubo un acatamiento muy importante, ahora ya estamos saliendo de eso. Realmente, creo que los impactos en la salud mental en ese tiempo se van a ver con posterioridad.

¿Qué aspectos creés que se pueden plantear desde espacios educativos para prevenir las violencias en estas situaciones de confinamiento?

Creo que abordar desde la virtualidad y el confinamiento la temática del abuso sexual con niños, niñas y adolescentes, es una disyuntiva difícil, porque una no sabe la situación en la que está el niño del otro lado, pero de todas maneras me parece que es bueno poder hablar. Acá en Uruguay se implementó un boletín en las escuelas, que llega a las familias. A nosotras como ONG, nos pidieron que hablásemos del “buen trato”, en uno de esos boletines y eso llegó a los padres y a las madres. Algunas personas llamaron, preguntando por qué se habían tocado esos temas. Es decir, me parece que el poder mandar información a través de un boletín, trabajando con las familias, promoviendo el buen trato y la crianza positiva, es bueno. Pero, para abordar el abuso sexual, en este contexto, es más difícil trabajar con las familias, de esa manera, a la distancia o virtualmente. Sí se puede trabajar con los chiquilines como temática de una clase, y como parte de la clase, poder pasar algunos piques [links, información], mediante cuentos, donde, por ejemplo, el protagonista, si le pasa algo le puede pedir ayuda a un vecino o le manda una cartita a un amigo. Pero siempre “disfrazado”, porque no sabemos si el agresor puede estar escuchando todo. De todas maneras, me parece bueno darles a los gurises algunas estrategias, herramientas, aunque estén escuchando los abusadores, son herramientas que van a quedar y las van a poder implementar. Ya sea contar con algún vecino, poder tener una clave para poder comunicarse con la maestra. Me parece que ese tipo de estrategias, que tampoco deben ser muchísimas, pero dos o tres cosas que los chiquilines tengan como una herramienta, como una clave, como una llave, un salvoconducto que puedan activar, y sepan que del otro lado habrá una respuesta. Claro que, esa respuesta “tiene” que estar, porque si le vamos a dar una herramienta, tenemos que garantizar la respuesta, por lo tanto, tenemos que pensar bien qué herramientas vamos a generar, cómo la vamos a proporcionar, cómo vamos a responder. Las diferentes implementaciones y estrategias van a depender mucho de las instituciones y sus posibilidades.  Puede ser, por ejemplo, que en algunas den un celular, y que niños, niñas y adolescentes sepan que les van a responder inmediatamente. Pero quizás una estrategia como ésta es inviable en otra institución, y entonces se puede pensar en otra, donde, por ejemplo, pueda intervenir un vecino que se contacte con nosotros a través de las tareas o plataformas. Hay que pensar una herramienta sencilla para que el niño o la niña pueda decirnos “S.O.S”, “necesito ayuda” y a partir de ahí ver cómo desplegamos esa ayuda y ver cómo hacemos para que esa ayuda llegue a ese niño. Me parece que quizás los maestros puedan tener pequeños instructivos para saber cómo manejarse ante diferentes situaciones. Por ejemplo, si estoy en una videollamada y el niño me manifiesta que le pasó algo, debo tener en claro, rápidamente dónde está, es decir que el maestro o maestra pueda reaccionar rápidamente frente a una determinada situación. Esto puede ser muy útil.

También debemos ver el tema del confinamiento, es decir, si podemos saber cuánto tiempo está previsto que continúe porque cuando trabajamos estos temas, no todos los gurises piden ayuda y se movilizan mucho. Me refiero a que también debemos medir el costo y beneficio de todo esto. Porque cuando vos tenés contacto con ellos y ellas, en clases, todos los días y realizás un taller de abuso sexual, quizás el chico no dice nada, pero habla en la próxima clase o en otra. Pero al estar en una situación como ésta, de confinamiento, también es delicado. Por ello, me parece más pertinente trabajar prevención de malos tratos y prevención de violencia y colocar el tema del abuso, pero no ahondar demasiado, por esta imposibilidad de contener a las niñas, niños y adolescentes, porque eso mismo se puede volver en contra.

Ahora bien, si tenemos una perspectiva de que el confinamiento terminará pronto, en ese caso, quizás, me animaría a profundizar un poquito más, en una actividad que aborde el abuso. Por ello, es mejor, en este momento, tratar temas más generales, porque hay que tener una mirada atenta, porque no sabemos exactamente qué están viviendo niños, niñas y adolescentes, hay que tener ese cuidado. Sobre todo, pensar en cómo puede sentirse ese niño o niña, luego de abordar un tema como el abuso.  Pueden quedar muy movilizados y nosotros, nosotras, no vamos a estar para percibir ese lenguaje corporal, no vamos a estar para contenerlos. Es diferente a la presencialidad, porque al estar en clases, lo ves, percibís, te podés dar cuenta, lo podés manejar de otro modo. Incluso la propia contención es diferente de manera presencial, si se desmorona o se angustia, en cambio, al estar el niño en la casa, en cuarentena, puede ser muy complicado. Por eso creo que hay que trabajarlo desde un aspecto más global, donde una pueda enunciarlo como una modalidad más, yo no entraría de lleno, por esa razón. Es necesario tener ese cuidado.

Retomando el tema del instructivo o protocolo para que las y los docentes se sientan más seguros, hicimos un instructivo sencillo en un servicio de atención en específico para el teletrabajo, para que los diferentes técnicos que acompañan este proceso,  psicomotricistas, fonoaudiólogas, puedan considerar  si  algún emergente cuando llaman a las casas. Entonces elaboramos estrategias para llevar a cabo, por ejemplo, “¿qué hacer si llamo a la casa y observo una situación de violencia?”, “ante esto debo llamar al 911 (en el caso de Uruguay)”. Porque a veces, si vivencias una situación de este tipo, quedás tan paralizado que nos cuesta reaccionar, entonces es bueno tenerlo escrito, de manera visible, incluso hasta pegado en un lugar para que vos puedas mirar y reaccionar. Tenés que preguntarle a la persona, antes de activar otra alarma, si hay alguien lastimado, entonces quizás también es necesario llamar a una ambulancia, la dirección, evaluar la situación de riesgo, o si el niño puede contar con algún vecino y que salga de la casa, o que se ponga en un lugar seguro, todas estas situaciones nuevas que se abren a partir de este nuevo universo del teletrabajo. Nos estamos “metiendo” en las casas de los niños, niñas y adolescentes, y este tipo de situaciones nos pueden pasar. Quizás pueda ocurrir que el niño te cuente que algo le pasó, entonces debés planificar, armar una estrategia, le tenés que preguntar dónde está el agresor. También es recomendable preguntarle al chico si pueden hablar con tranquilidad, porque quizás vos como docente, le estés diciendo algo y el agresor ingrese y eso motive un estallido. O sea, se tratan de pequeñas acciones que son de sentido común, pero que en el momento, si no las tenemos indicadas, podemos bloquearnos.

  1. Chiquilines/as, gurises/as: forma coloquial como se denominan a los niños y niñas en el Uruguay.

Para profundizar invitamos a ver la conferencia de Andrea en la Comunidad de Prácticas de Educación Sexual Integral- FLACSO/UNFPA/UNESCO “La paradoja del confinamiento en casos de violencia hacia la niñez”.

Contacto: andreatuana@gmail.com