← Boletín 20 - Abril 2023

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Boletín digital de Educación Integral en Sexualidad para América Latina y el Caribe

Haciendo camino al andar (1)

Educación Sexual Integral y aborto

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Desde 2009 se dicta el Postítulo en ESI en el Instituto Superior Joaquín V. González, de C.A.B.A. (Argentina), en este artículo las docentes, comparten y contextualizan los desafíos que enfrenta ESI al momento de incorporar el aborto como contenido pedagógico.

Por: Viviana Mazur y Eugenia Otero, Postítulo de Educación Sexual Integral ISP Joaquín V. González - Ciudad de Buenos Aires, Argentina

Resumen

La posibilidad de trabajar el aborto como un contenido fundamental de la Educación Sexual Integral, estuvo muy dificultado en los inicios de su implementación por el halo de clandestinidad que rodeaba la práctica. Incluir este contenido en la formación de especialistas en ESI permitió visibilizar este derecho, fortalecer el rol docente para abrir reflexiones y brindar información sobre la temática en el aula, articular acciones con profesionales de la salud capaces de garantizarlo, y a la vez, formar parte de la construcción de esa enorme marea verde que generó las condiciones para la legalización de la interrupción voluntaria del embarazo.

Cuesta pronunciar, después de tanto silenciamiento, la palabra aborto en el ámbito de la educación. Queremos nombrarla con todas las letras, porque fueron muchos años de clandestinidad. De esquivarla, y llamar de alguna u otra manera el acompañar a las mujeres en sus decisiones, para que no ahuyente a quien recién se sienta a conversar. Para que no “le de comer” a quien se va a oponer antes de escuchar y que no se obture la posibilidad de abordar otras discusiones también importantes.

Nombrar con claridad lo que durante tanto tiempo en Argentina estuvo silenciado, oscurecido y ocultado es una tranquilidad inmensa, porque sabemos que la clandestinidad llevó a las mujeres y a las personas gestantes a lugares muy complejos en relación al cuidado de su salud y al cuidado de su vida.

Decimos aborto y al decirlo en el marco de la Educación Sexual Integral advertimos también que todos los componentes de la ESI se intersectan fuertemente con el concepto.

Al enunciar perspectiva de género no podemos dejar de pensar el lugar al que las mujeres y las personas con capacidad de gestar fueron y siguen siendo todavía muchas veces empujadas, al mandato de sostener un rol unívoco en relación a la maternidad y a continuar embarazos incluso cuando no son intencionales, no son deseados, no son planificados o no quieren continuarse. Y son conminadas a exponer sus cuerpos a seguir adelante simplemente por cumplir con ese mandato casi indiscutible, más allá de sus deseos.

Que el aborto llene hoy muchos espacios, incluyendo las aulas, es una conquista que se inscribe en una lucha histórica que ha reclamado, en nuestro país, educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar y aborto legal para no morir, y es heredera de la lucha de compañeras que ponían el cuerpo para reclamar el poder de tomar decisiones sobre la propia vida.

El trabajo en relación al aborto y la ESI en el postítulo de Educación Sexual Integral en el Profesorado Joaquín V. González, que forma docentes y profesionales como especialistas en Educación Sexual Integral en la Ciudad de Buenos Aires desde 2009, también se enmarca en ese recorrido de luchas. No podemos negar las contradicciones que expresaban muchas personas que cursaban el postítulo en relación a la temática. Recordamos los fuertes debates que se daban en nuestras aulas, que muchas veces eran reflejo de otros debates en las aulas de las escuelas que esas docentes transitaban cotidianamente.

Vimos también cómo esas mismas personas a lo largo del tiempo fueron modificando sus ideas, sus prácticas, y hoy implementan la ESI con perspectiva de género, con enfoque de derechos, sosteniendo articulaciones y redes de trabajo, desde la escuela junto a los equipos de salud y las comunidades, para garantizar el acceso a la salud integral de niñas, niños y adolescentes.

Miramos fotos -o recordamos escenas e imágenes que no quedaron registradas más que en nuestras retinas- y reconocemos el impacto de los procesos sociales en las transformaciones personales de quienes transitan nuestro postítulo. Cientos de egresadas y egresados, que hoy sostienen trincheras en diversas instituciones garantizando derechos, fueron parte de esos movimientos, de la marea verde que finalmente permitió la concreción de una ley que garantiza explícitamente el derecho de las personas a abortar. A recurrir a una interrupción del embarazo de manera voluntaria sin que nadie esté cuestionando (por lo menos hasta las 14 semanas completas) el porqué de esa decisión. Y después de la semana 15 asegure también el acceso a la interrupción del embarazo por causales.

Esa marea verde fue ayudando a que podamos ir dejando atrás aquellas situaciones en las que daban respuestas algunos equipos de salud a los que les decíamos amigables, que podían escuchar sin cuestionar, sin amenazar con denunciar a la mujer o a la persona gestante, que la podían acompañar en sus decisiones y garantizar interrupciones de embarazo sin que corra riesgo la vida o la salud de las personas. Allí estaban también nuestras alumnas y egresadas, desde la escuela, con tesón de hormiga y con persistencia, tejiendo redes formales e informales con salud y con otros sectores, desde la interdisciplina, desde la intersectorialidad, para abordar las situaciones de vulneración de derechos que irrumpen en el aula cuando trabajamos la ESI. Muchas de sus situaciones son embarazos no intencionales, embarazos producto de abuso sexual que daban cuenta de la necesidad de pensar el aborto como un derecho que no dependiera de la voluntad y la valentía de un equipo de salud.

En ese momento todavía se llevaba adelante lo que se llamaba Consejería en Reducción de Riesgos y Daños, que era un modelo de atención que se tomó prestado, se copió de lo que era el dispositivo de reducción de riesgos y daños para las personas que estaban en situación de consumo de sustancias. Como las personas iban a interrumpir su embarazo de todos modos porque era una decisión que ya tenían tomada, debíamos respaldar esa decisión tratando de que corran la menor cantidad de riesgos posibles. Y así se acompañaba ese proceso anclando las prácticas en un componente ético y moral, como equipos de salud y como docentes, porque era el derecho de las personas a contar con información adecuada para cuidar su salud y su vida. Desde ese posicionamiento sentíamos la obligación de darle la información que teníamos sobre cómo interrumpir un embarazo usando medicamentos en sus casas, en sus hogares, acompañadas quizás por otras personas, por otras mujeres. Para después poder volver al sistema de salud y recibir los cuidados necesarios en esa atención postaborto. Ahí nos fuimos enlazando las organizaciones sociales, las organizaciones feministas, los equipos de salud y también este Postítulo… acompañando y siendo parte. Para que las personas con capacidad de gestar, las mujeres, las adolescentes y lamentablemente también las niñas puedan tomar decisiones autónomas para que la maternidad no sea un destino inevitable y que puedan elegir sus proyectos vitales.

Después vino el fallo FAL de la Corte Suprema de Justicia que dijo a los equipos de salud qué es lo que se debía hacer en relación al acompañamiento de las personas que deseaban interrumpir un embarazo, que ya estaba escrito en el Código Penal desde hacía casi 100 años. Entonces se empezaron a llevar adelante los acompañamientos, para interrumpir embarazos por causales en aquellos casos en que significaba un riesgo para la salud o la vida de la persona gestante, o cuando el embarazo era producto de una violación. Entonces muchos equipos de salud empezaron a trabajar en ese paradigma y muchos equipos docentes empezaron a escuchar a sus alumnos y alumnas en las escuelas para poder reconocer estas causales y poder articular con los equipos de salud para acompañar esas interrupciones. Y allí empezó la pelea dentro del sistema de salud para contar con la medicación adecuada para poder acompañar esos procedimientos. No había todavía misoprostol “en forma pura”, sino comprimidos que venían combinados, un analgésico más el misoprostol, porque se usaba para otra cosa. Después el misoprostol pudo ser provisto desde el sistema de salud a las personas para acompañar esos procesos. En simultáneo las compañeras Socorristas también acompañaban con medicamentos, recursos que quizás todavía no estaban en el sistema de salud, para que las personas pudieran acceder a un aborto de calidad. Hablar de calidad significa con el menor sufrimiento posible y con el menor riesgo posible de tener un daño para su salud.

En el año 2015, en la Ciudad de Buenos Aires, el aborto todavía era tabú en la escuela, estaba “en el closet” de la ESI y eran muy pocos los equipos de salud que garantizaban y acompañaban interrupciones de embarazo. Hoy después de muchos años de trabajo y esfuerzo de los equipos, pero también de pensar en esto como política pública, el 100% de los centros de salud y el 100% de los hospitales en la Ciudad de Buenos Aires garantizan el acceso a la interrupción voluntaria y la interrupción legal del embarazo.

Esto no quiere decir que todo está resuelto porque hay muchísimas barreras para que las personas accedan. Barreras que quizás son anteriores a la llegada al sistema de salud, que muchas veces tienen que ver con el conocimiento que tengan de esta posibilidad, con los temores, con que las redes vinculares y sociales de esas mujeres, faciliten o no faciliten. También en muchas ocasiones da cuenta de mandatos ligados al género, con desigualdades de poder, y eso tiene que ver con la tarea de la ESI. A su vez, hay que seguir visibilizando las fallas que el sistema de salud tiene en general y en particular cuando se trata de derechos sexuales y reproductivos. En la ciudad de Buenos Aires, el año pasado se abordaron 9.000 situaciones para la interrupción legal y voluntaria del embarazo. ¿Serán todas las que se necesitan? Seguro que no, pero en el año 2015 eran 500, y esto tuvo momentos e hitos muy particulares, como el poder contar con Misoprostol en el sistema público a partir del 2015.

Otro hito tuvo que ver con el debate legislativo allá por el año 2018, cuando por primera vez uno de esos proyectos de legalización del aborto, que venían siendo históricamente cajoneados en nuestro país, fue aprobado para someterlo al debate. Ese debate atravesó los medios, las calles y las aulas, ya sea para apoyarlo o para criticarlo y cuestionarlo. Las mochilas de todas las jóvenes empezaron a tener pañuelos, algunas veces verdes o muchas veces verdes y algunas veces celestes. Empezó a instalarse la discusión en los colectivos, no solo como organización y metáfora, sino en el transporte público, porque subíamos al “bondi”, al subte y empezábamos a mirar, veíamos y hacíamos un paneo y sacábamos estimaciones. Cuántas pañuelos verdes, cuántos celestes, cuántas sin pañuelo. Muchas personas empezaban a llamar a las líneas telefónicas del Ministerio de Salud de Nación (0800 222 3444) o a las líneas de las Socorristas o a las del Programa de Ciudad para pedir el acceso al aborto pensando que estaba garantizado, que se había aprobado, que este debate había logrado la aprobación que se logró en la Cámara de Diputados. Nos frustró la votación en la Cámara de Senadores. Pero más allá del resultado concreto, en ese momento, lo más interesante fue que se había legitimado socialmente el derecho y que muchas personas que anteriormente no se animaban siquiera a llamar por teléfono, a pedir, empezaban a explicitar el pedido.

Muchas docentes que no se atrevían a hablar de aborto comenzaban a hacerlo, y muchos equipos garantizaban el derecho, porque a partir del debate empezaron a sentirse más cómodos, más cómodas, más legitimados también en los servicios de salud. Nuestro Postítulo ha sido parte de esa enorme marea verde y de ese intenso movimiento. Una enorme cantidad de docentes y profesionales se sumaron a esa lucha y han conformado organizaciones como Docentes por el derecho a decidir, Profesionales por el derecho a decidir, fueron parte de la Campaña, se han incorporado a distintos colectivos que acompañaron y acompañan mujeres y personas gestantes.

La ESI amplifica la voz de las niñas, las adolescentes y las mujeres y las de todas las personas, porque visibiliza las opresiones, las desigualdades y las vulneraciones de derechos. Por eso la ESI que propiciamos resulta una práctica de emancipación. Cuidar el cuerpo y la salud, uno de los ejes de la ESI, implicó siempre en nuestro postítulo trabajar para la construcción de autonomía, visibilizar y denunciar todos los modos de control sobre los cuerpos y las identidades. Sin duda, la clandestinidad del aborto fue parte de esa maquinaria. Cuidar el cuerpo y la salud significó siempre reclamar por el derecho al aborto legal, seguro y gratuito. Y hoy implica luchar por su garantía plena. Ese es el enfoque de derechos que queremos en nuestra ESI.

Contacto:
Viviana Mazur y Eugenia Otero
posteducacionsexualintegral@gmail.com
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