El proceso electoral en Bolivia
Artículo de Agustina Garino, integrante del Área de Relaciones Internacionales de la FLACSO Argentina, donde analiza los procesos políticos y sociales que facilitaron la victoria de la formula Arce-Choquehuanca en las elecciones presidenciales realizadas recientemente en Bolivia.
Publicado en El País Digital, 23 de octubre de 2020.
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Las lecciones que nos deja el proceso electoral en Bolivia
A partir de los datos que muestran el contundente triunfo del MAS, se torna relevante analizar las lecciones que deja el proceso hacia la presidencia de Bolivia.
Los resultados de la elección presidencial del 18 de octubre en Bolivia han sorprendido a propios y ajenos. El Movimiento al Socialismo (MAS) ganó la elección con el 55.10% de los votos (3.393.801). El segundo puesto lo obtuvo Carlos Mesa por Comunidad Ciudadana con el 28.83% (1.775.922) y en tercer lugar Fernando Camacho con el 14% (862.183). El MAS obtuvo el primer lugar en los departamentos de La Paz, Cochabamba, Oruro, Potosí, Pando y Chuquisaca. Sin embargo, como era de esperar, en Santa Cruz ganó el candidato Fernando Camacho, en Beni y Tarija obtuvo el primer puesto Carlos Mesa. Los datos presentados por el Tribunal Supremo Electoral, demuestran la victoria arrolladora del MAS.
Ahora bien, a partir de este resultado se torna relevante analizar las lecciones que deja el proceso hacia la presidencia de Bolivia. En primer lugar, la elección no la gana un líder en particular, ni el milagro económico boliviano de Arce. La gana, en gran medida, el frente de organizaciones indígenas-campesinas. La unión de estas organizaciones, superando las fragmentaciones y enfrentamientos de los últimos años, ha ocurrido principalmente como consecuencia del crecimiento exponencial del racismo y revanchismo alentado por las fuerzas conservadoras cercanas al gobierno de Añez. Esta actitud persecutoria y de represión continua, ha logrado fortalecer la épica de resistencia de estos actores subalternos, quienes han sido los principales impulsores del reclamo por el desarrollo de elecciones en el año 2020.
En segundo lugar, el veto a la candidatura de Evo Morales a Senador por Cochabamba, le ha permitido al MAS obtener mayor apoyo de las clases disconformes con el ex presidente. Recordemos, que el principal punto de conflicto en el proceso eleccionario de 2019 giraba en torno a la perpetuidad en el poder y a la cuarta candidatura presidencial de Morales. Si bien, el ex presidente es el líder más importante del MAS, con gran apoyo popular, su candidatura también presentaba límites y un techo electoral al partido. En las elecciones del domingo pasado, aumentó considerablemente la cantidad de votos a favor del binomio Arce-Choquehuanca, comparado con los comicios del año pasado. En 2019, el MAS obtuvo el 47,08% de los votos y en las elecciones de este año el 55,1%. Como ya mencionamos, esto se produce como consecuencia de la unión del frente popular indígena-campesino que resistió y militó a lo largo de los últimos 11 meses, pero también por el apoyo del “voto oculto” e indeciso (según IPSOS el voto blanco e indeciso se estimaba en el 19,4%) de aquellos sectores que en 2019 se declaraban disconformes con la gestión Morales-García Linera. La ausencia de Morales en la boleta electoral fue decisiva para obtener los votos de estos sectores que también se encontraban disconformes con la gestión interina de Añez.
En tercer lugar, la mala gestión del gobierno interino en la crisis sanitaria por los contagios de COVID-19, la caída de la economía de aproximadamente el 8% del PBI, el discurso autoritario junto a la represión y persecución de líderes de la oposición, influyó en la disminución paulatina del voto a la candidatura de Añez. Esto se observa claramente en las encuestas que se hicieron a la largo del proceso electoral, en el caso de Añez redujo el porcentaje de intención de voto a nivel nacional del 16% al 8% (IPSOS), mientras que el MAS aumentó el caudal de apoyo y mantuvo el primer puesto. Ante esta coyuntura, en el mes de septiembre Añez decidió renunciar a su candidatura presidencial pidiendo a los restantes candidatos de centro y centro derecha actuar a favor de la unidad para evitar la posible victoria de Arce. Al tomar esta decisión, le prestó su apoyo al segundo candidato en intención de voto, Carlos Mesa y fue una sugerencia a Fernando Camacho para que depusiera su candidatura, decisión que finalmente no tomó y obtuvo el tercer puesto en las elecciones del domingo pasado.
Una cuarta lección, nos lleva al análisis del rol de los organismos internacionales en cuestiones de política doméstica de cada Estado. En este caso, el papel de la Organización de los Estados Americanos (OEA), ha sido fundamental para la consecución del quiebre democrático en Bolivia. La denuncia de fraude en las elecciones presidenciales de 2019 por parte de sus funcionarios técnicos y el aval del Secretario General Luis Almagro, no hizo más que apoyar a los intereses de los sectores conservadores, representados en Fernando Camacho, Jeanine Añez, un gran sector de las fuerzas armadas y la policía nacional, en un momento de clara debilidad del gobierno de Morales. Esta experiencia, nos demuestra lo falible del accionar de la OEA. Tanto por las tendenciosas declaraciones de su máxima autoridad Luis Almagro, como por las endebles conclusiones de los informes electorales basados en el conteo rápido, que han sido criticadas por diversos y prestigiosos especialistas en la temática (informes de la Universidad de Michigan y Harvard, entre otros). Esta experiencia reciente, y los posteriores resultados favorables al MAS en la elección del 18 de octubre, ponen en jaque la credibilidad de la OEA y a los cuadros técnicos que participaron de la observación electoral. En este sentido, esta semana el Canciller Mexicano, Maximiliano Reyes Zuñiga, ha solicitado frente a la Asamblea General de la OEA la renuncia de Almagro a su cargo y el Ministro de Relaciones Exteriores Argentino, Felipe Solá, ha cuestionado la posición de “juez o gendarme” de la organización frente a la crisis electoral de 2019.
Frente a estas lecciones que nos dejan los comicios presidenciales en Bolivia y la gran victoria del MAS, es necesario comenzar a pensar en el complejo escenario en que debe asumir el presidente Luis Arce y el Vicepresidente David Choquehuanca. Por un lado, la pandemia de COVID-19, ha dejado a la luz la limitada capacidad de respuesta del sistema de salud boliviano frente a los masivos contagios. Se ha visto plasmado en la gran cantidad de personas que han fallecido en las calles o en las puertas de los nosocomios por no acceder a atención médica. Asimismo, la crisis sanitaria también ha impactado en la economía boliviana, en que prima el trabajo precario e informal, afectando en mayor medida a las clases populares. El nuevo gobierno deberá dar respuesta a esta grave situación económica.
Por otro lado, Arce-Choquehuanca asumirán en un escenario polarizado, si bien obtuvieron el 54% de los votos, existe un 40% de la población que apoya a agrupaciones de tendencia conservadora.
Entre ellos, varios sectores de las Fuerzas Armadas y la Policía, que han jugado un papel fundamental en la renuncia de Morales y en la represión a los sectores populares en el gobierno interino de Añez. Además, el nuevo gobierno tendrá que responder a las demandas internas del partido, principalmente reclamarán y debatirán por el reparto de cargos públicos. También deberá escuchar a las organizaciones de base indígena-campesina, quienes solicitarán respuestas a la crisis económica y social, y pedirán por la purga de las fuerzas armadas y la policía, como consecuencia de las masacres de Sacaba y Senkata. Por último, el MAS tendrá que lograr mantener cercanos a los sectores medios urbanos profesionales, quienes a través del “voto oculto”, le facilitaron la victoria electoral. Si el MAS, logra concertar con estos tres bastiones de poder, podrá asumir y mantener la gobernabilidad en Bolivia.