Ciudad y pandemia: las metrópolis en cuestión
Por Daniel García Delgado, director del Área Estado y Políticas Públicas de FLACSO Argentina.
Publicado el 1 de junio de 2020.
Sitio web del Área EyPP, Sección Papeles de coyuntura.
http://politicaspublicas.flacso.org.ar/
El mundo ya no va ser igual (Parte 7)
Ciudad y pandemia: las metrópolis en cuestión
Introducción
La ciudad es historia. También el impacto de las grandes pestes en su morfología. La ciudad es política, planificación y, finalmente, el espacio urbano en que queremos vivir. La pandemia ha replanteado nuevamente la ciudad, particularmente las metrópolis -que han sido las más afectadas-, donde se juntan los problemas de vuelos internacionales que pueden importar el virus, el transporte, el tumulto, las aglomeraciones que se consideran negativas para la lucha contra la pandemia. Controles, permisos y una suerte de confinamiento aceptado, la cuarentena. La pandemia y su capacidad cuestionadora de todo, de replantear en lo profundo el sistema-mundo, va a impactar sin duda también en las ciudades.
Al respecto, la historia nos revela que las pandemias dejan sus huellas en las ciudades. Así lo ha hecho la peste de Atenas del 430 a.C. que provocó cambios en las leyes y en la identidad de la ciudad; la peste negra en la Edad Media que transformó el equilibrio del poder de clase en las sociedades europeas; y el ébola en África subsahariana que fomentó la creciente interconexión de las ciudades hiperglobalizadas de hoy. La fiebre amarilla de Buenos Aires hacia 1871 modificó los espacios de residencia de los sectores de más altos ingresos hacia la zona norte, generó cortadas en diversas manzanas de la ciudad, y el cementerio de la Chacarita, tardando casi una década en descubrir que la enfermedad no era un contagio entre seres humanos, sino que provenía de la picadura de un mosquito.
En lo que sigue trataremos de mostrar, en primer lugar, las características de las metrópolis latinoamericanas, los primeros efectos de la pandemia del Covid-19 sobre éstas y las acciones del sector público respecto de esta amenaza que es sanitaria y económica a la vez. En segundo lugar, analizaremos el caso de la articulación entre CABA y AMBA en Argentina, en un conjunto de medidas asumidas para intentar controlar el virus y salvar empleos y empresas y, asimismo, mostraremos los conflictos que surgen entre distintos estilos de gestión urbana. Finalmente, en el tercer punto, señalaremos algunos enfoques de urbanismo y desarrollo para un escenario post-pandemia.
1. Pandemia y metrópolis
La pandemia puso en evidencia el agotamiento de un modelo de urbanismo que expande las ciudades sin planificación, con criterios de mercado en la especulación del suelo urbano y que deja de lado una idea ética de ciudad (Sennett, 2018), con la consecución perdida del derecho a la ciudad (Lefebvre, 1968). Ello lleva a la enorme desigualdad en las conurbaciones, con barrios populares sin servicios ni agua potable. Esto ha sido particularmente severo en América Latina, donde los modelos extractivitas y neoliberales fortalecieron la “macrocefalia” de las ciudades en la que se generaban los procesos principales de acumulación de producción primaria en articulación con los centros desarrollados. Este proceso se dio en la mayoría de los países de la región, no escapando a esta lógica la Ciudad de Buenos Aires.[2] El neoliberalismo a partir de los años ‘90 acentuó aún más la concentración del PBI en las ciudades metrópolis de la región.
Lo cierto que la ciudad es nuestro entorno, nuestro hábitat; el lugar para desplazarnos. Es nuestra cultura urbana, nuestra forma de vivir, una cultura del encuentro, familiar, de amigos, de celebraciones y del disfrute cultural y artístico. Es el espacio donde trabajamos, amamos, una cultura de los abrazos. Pero la ciudad, con el tiempo, termina naturalizando sus problemas de transporte, vivienda, hacinamiento, gentrificación, salud, educación pública, que generan muchas veces respuestas cosméticas desde las gestiones públicas. Hasta que un buen día esa ciudad se paraliza, se detiene, aísla, y deja a sus habitantes en la incertidumbre y el temor. Pasa de ser un despliegue de la vida urbana y del encuentro, del trabajo compartido, para convertirse en un gran confinamiento nimbado por el temor. Ha llegado el COVID-19 y, con la pandemia, el impacto de la recesión local y mundial -donde se calcula que para la región la caída del PBI de este año será cercana al 6%[3]-. Es, también, el fin del espacio público, de las movilizaciones, de infinidades de rituales, del trabajo y festividades, y el comienzo de un tiempo distinto, el del teletrabajo y el de la comunicación virtual.
Para entender ese impacto del covid, hay que señalar que las ciudades en América Latina tienen características propias, en las que el proceso de urbanización se expresa en un acelerado proceso de expulsión de zonas rurales hacia las grandes urbes. La densidad urbana es congestión y desigualdad, en contraste con el cuarto cinturón del conurbano bonaerense, caracterizado por la búsqueda de la ciudad verde y segura de countries vallados. La mayoría de los países de la región presentan serias dificultades económicas, políticas e institucionales para resolver sus problemas, principalmente condicionados por procesos de concentración de la riqueza, con énfasis en la explotación de recursos naturales (minería, actividad forestal, hidrocarburos, pesca, biodiversidad), especialización productiva en actividades de bajo valor agregado y una creciente privatización de los servicios públicos, ya que expulsan población, afectan el ambiente, generan más desigualdad e indigencia, y agravan los problemas de economías de creciente informalidad y bajo crecimiento (Rojas, 2005).
Esta desigualdad y concentración de las grandes metrópolis de América Latina se manifiesta aún más con la pandemia. Esta es una gran develadora de los problemas que no afrontábamos ya que prácticamente hay muy pocos ejemplos en la región donde en éstas ciudades no estén los peores indicadores de las enfermedades. Más aún, si se tienen en cuenta que algunos países latinoamericanos están signados por la falta de camas en el sistema hospitalario y respiradores, y pérdida de empleos con incremento del hambre y la pobreza; además de la represión, como es el caso de Chile. El porcentaje de enfermos en Lima, la represión y muertes desconocidas en las favelas de Río de Janeiro y San Pablo. Según las últimas estadísticas de la pandemia, Brasil se ha convertido en el país con más muertes diarias en todo el mundo, superando a Estados Unidos, y América Latina en su conjunto se ha convertido en epicentro de la pandemia global. Lo cierto es que las elites neoliberales y los gobiernos populistas de derecha, en nombre de abrir la economía y disminuir el impacto de la pandemia sobre sus economías, están diezmado a sus pueblos y no han tenido respuestas tampoco eficaces para revertir la recesión de sus economías.
2. La gestión metropolitana contra la pandemia
El Área Metropolitana de Buenos Aires, que incluye a la CABA y el Conurbano, equivalen en densidad poblacional a tres o cuatro ciudades juntas. La CABA tiene 3 millones de habitantes y el conurbano está constituido por 17 millones de habitantes aproximadamente. Los countries están contemplados dentro del AMBA, y reflejan la heterogeneidad urbana que compone a este inmenso territorio, que incluye desde villas, barriadas, edificios en propiedad horizontal, torres, hasta countries de lujo. Es una inmensa área poblacional, un bloque de cemento interminable que puede recorrerse en autopistas que también se colman igual que el transporte público en las horas pico. Y donde en los períodos neoliberales se ha propendido a un urbanismo desigualitario, a una planificación por el mercado, a la falta de equidad en el acceso a los servicios públicos y la irresolución de problemas como el transporte, asentamientos, villas y barrios populares. Ahora bien, la situación de excepcionalidad de la pandemia, sumada a la crisis económica, curiosamente -o no tanto- generó condiciones para una coordinación común del AMBA. Sin esta gobernanza común, los problemas de la epidemia y de la decadencia económica probablemente se hubieran multiplicado. Tal vez, este sea un elemento importante para rescatar: por vez primera vez hay gestión metropolitana del AMBA -más allá de anteriores casos puntuales-, lo que canaliza, articula y potencia el liderazgo presidencial de Alberto Fernández, que construye una comunidad del cuidado y pluralista, saliéndose del eje del antagonismo y la polarización de anteriores gobiernos.[4]
Lo cierto es que hasta principios de mayo se había constituido como un éxito de la gestión de la ciudad y de la gobernanza de la pandemia, haciéndola conjuntamente entre oficialismo y oposición, tanto en términos del bajo número infecciones, de recuperados y muertos, manteniendo el achatamiento de la curva. Es el resultado de haber generado un trabajo intenso de reconstrucción de un sistema sanitario devastado por el macrismo en breve tiempo en la Provincia de Buenos Aires y una articulación política impensada con la conducción de la CABA. Según Santiago Dapelo como lo expresa en La Nación, “el entendimiento entre Fernández, Kicillof y Larreta, que tanto disgusta a los ‘verdaderos creyentes’ de ambos lados de la grieta, es imprescindible para manejar esta situación. Basta imaginar lo que sucedería si alguna de las tres administraciones tomara medidas contradictorias con las otras”[5].
Lo cierto es que en el mundo pre-Covid, la política argentina estaba dominada por los votos del Conurbano bonaerense y por los dirigentes políticos de la Capital. La región metropolitana, además, era el núcleo duro de la grieta política y social. Las últimas marchas y movilizaciones en las calles estaban protagonizadas por los pobres del conurbano, por los asariados en blanco que se oponían a los impuesto al salario, y las clases medias altas porteñas que pedían el fin del cepo cambiario. “Pero ahora, en el mundo Covid, el área metropolitana se transformó en una sola, unidad por el riesgo de la propagación de virus. Todas esas divisiones entre porteños y conurbaneses que parecían explicar el ritmo de la política, perdieron sentido una vez que todos ellos pasan a formar parte de una gran zona de riesgo llamada AMBA, donde pobres y ricos quedan encuarentenados por igual. Mientras, el resto del país, que sufre menos los efectos del virus, regresó de a poca a una “nueva normalidad”. [6]
La novedosa coordinación entre CABA y AMBA no está exenta, sin embargo, de riesgos y conflictos, sobre todo a partir del transcurso de la pandemia y de los distintos modelos de gestión urbana existentes. Principalmente, se trata de cuándo abrir o cuándo permanecer cerrada la cuarentena, y de cómo debe ser el tratamiento de los barrios vulnerables.
Las limitaciones de un modelo modernizante y elitista de gestión
En ese sentido, el mes de mayo de 2020 fue un parte de aguas, cuando por primera vez la famosa curva dejó de estar achatada y empezó a subir, a buscar su pico de sustentación sin que nadie sepa cuándo o dónde se lo va encontrar y, si en su ascenso en el mes de junio, pondrá en peligro la situación de capacidades hospitalarias de la CABA, y el actual acuerdo metropolitano. O, inclusive, en qué medida el actual contagio en Villa 31 en CABA y la Azul en el Conurbano no corren el riesgo de propagarse hacia otras barriadas populares. También el creciente contagio en la 21-24, e incluso barrios populares más pequeños que los nombrados anteriormente, emplazados en barrios de clase media en el centro-norte de la ciudad, como puede ser La Carbonilla en la Comuna 15. Es importante destacar que algunos son barrios que se presentan como “urbanizados” por la gestión de la CABA, mientras sus habitantes denuncian la amplificación de los contagios por el hacinamiento, la falta de agua e infraestructura que garantice los cuidados más elementales frente a la pandemia, lo que da cuenta de las contradicciones en la gestión de este modelo.
Lo cierto es que a principios de mayo, cuando la CABA apuesta a acelerar la apertura, los barrios populares y los geriátricos empiezan a mostrar más contagiados, al igual que algunas clínicas, hospitales y villas, y no queda más alternativa que volver a retroceder hacia una fase más estricta del aislamiento. La misma gobernanza compartida amenaza asimismo con resquebrajarse. Los diagnósticos empiezan a diferir entre oficialismo y oposición, entre el Pro gestionado la ciudad y el bloque del FDT en la Legislatura señalando que no se había dado prioridad al proyecto en el que se propone un protocolo para las villas y barrios más vulnerables en los 70 días que lleva la cuarenta. La realidad es que la Ciudad es la que concentra la mayor cantidad de infectados del país y casi el 40% de los casos se encuentran en los barrios populares. Esto no sólo pasó y está pasando en CABA, sino también en Provincia, en el primer cordón del conurbano con la Villa Azul, y la posibilidad de propagación hacia la Villa Itatí. Al no haber condiciones de habitabilidad se hace muy difícil respetar la consigna de quedarse en casa. [7]
El caso de la Ciudad de Buenos Aires es un buen modelo de análisis de las metrópolis en cuestión, por un lado, por ser un Gobierno de ciudad con jerarquía provincial, por ser la ciudad más rica y con más recursos del país, con un gran poder infraestructural debido a una fuerte y estrecha relación con el poder fáctico, mediático y, a la vez, un estilo modernizante y marketinero de relación con la sociedad bastante exitoso durante una década y media.[8] Pero, a la vez, es donde la curva de contagios se registra como la más alta del país[9]. La falta de preparación e inversión en lo público previa, particularmente en salud, es una de las causas, como así también la falta de auditorías en los geriátricos, de protocolos para los barrios populares, y falta de paraderos con espacio y condiciones apropiadas.[10] Se puede caracterizar este enfoque de gestión urbana como el de una modernización de la ciudad, hecha con criterios elitistas y de marketing, con voluntarios poco preparados, lo cual no puede asegurar la eficacia en la gestión y mucho menos en los seguimientos, testeos, trabajo al interior de las barriadas, para prevenir contagios y achatar la curva. De esta forma, la gestión de la ciudad también paga como muchas otras, por su falta de equidad, por haber priorizado las inversiones y la especulación, las construcciones urbanas privadas más rentables, dejando como contracara a una parte de la población residente en barrios populares sin agua potable ni los servicios básicos más fundamentales.
La ciudad no sabe muy bien ahora cómo parar la pandemia y frenar las situaciones explosivas de los barrios populares, villas, paradores y geriátricos. La sociedad foucaultiana en el contexto del covid-19 se expresa con dramatismo y pone al descubierto una gestión con un dilema: si abre más la ciudad, no controla o a dónde llega el pico de la curva pero, a la vez, si se cierra, genera una desafección con los factores de poder, las disidencias al interior de su propia coalición y con el movimiento anticuarentena cercano a su espacio.
No obstante, las definiciones para los actores principales son fruto de un delicado equilibrio, entre los cálculos de cuándo se tendrá la ansiada vacuna, sobre que el pico de la infección se alcanzará a fines de junio, y entre los tres participantes principales de la gobernanza contra el covid -Presidente de la Nación, Gobernador de la Provincia y Jefe de Gobierno de la ciudad-. Entre un presidente que pugna en su núcleo con sectores dispuestos a una apertura paulatina de la cuarentena (en particular, los del sector vinculado a la economía) y los otros que juran fidelidad al consejo de los epidemiólogos. Esta disyuntiva es también padecida por el Jefe de la ciudad y el Gobernador de la Provincia, con la angustia de que un error de cálculo pueda producir un colapso sanitario y una explosión de víctimas que, a pesar de lo penoso que haya sido hasta ahora, ha sido limitada e inferior a la de otros países. Por eso, la palabra de los infectólogos, las consultas permanentes y el alto consenso de la posición presidencial predominan por ahora y unen a los gobernantes de las tres jurisdicciones, aunque estos discrepen dentro y fuera.
Al mismo tiempo sucede, como en la mayoría de los países, que el clivaje principal en que se constituye la política bajo la pandemia es entre el enfoque de cuidar la salud o abrir la economía. El mismo se replica también en Argentina y, en este caso, la derecha intenta recrear una grieta con el descontento que genera en algunos sectores la pérdida económica y cierta fatiga de la población con el aislamiento social: el movimiento anticuarentena. Si el primer cacerolazo fue para que los políticos se bajasen los sueldos, luego pedían que los presos no tengan arrestos domiciliarios, y ahora se manifiesta en un rechazo abierto a las medidas de aislamiento social. Se observa así la aparición de expresiones movilizatorias mediáticas y académicas que buscan erosionar al gobierno nacional, intentando recuperar un relato republicano, expandiendo los temores a la pérdida de libertades o a discursos autoritarios. La incertidumbre y angustia en algunos casos acerca de cuándo y cómo termina la pandemia, son utilizados de esta forma irresponsable por un sector del núcleo duro de Cambiemos, de las elites que han quedado desplazadas del Estado, pero que retienen poder económico, mediático, y se asocian a otras expresiones de la región, a los populismos de derecha, que estimulan la lógica contraria a cuidar la salud y se posicionan como favorables a priorizar la economía.
3. Pensar la ciudad: la vida urbana en la pos-pandemia
La situación pos-pandemia no será fácil en lo económico y social, pero algunos aprendizajes pueden tomarse del impacto del covid-19 y la experiencia de gestión urbana para una etapa pos-pandemia que no será fácil tanto en lo social como en lo económico. Una, es la experiencia previa sintetizada por algunos de los grandes problemas de las metrópolis, particularmente en América Latina, y que no eran atendidos y demandados por diversas agrupaciones de ciudadanos y vecinos. La segunda, es que el Área Metropolitana de Buenos Aires se revela como una región única con problemas comunes e interrelacionados, por lo que, si hay una reforma territorial necesaria en el país está ahí y no en otra parte; la megalópolis argentina necesita un nuevo tipo de gobernabilidad, en la que las autoridades nacionales, bonaerenses y porteñas unifiquen todas las decisiones. La tercera, como se señala, “es que para planificar políticas públicas y desarrollar estrategias económicas a largo plazo el gobierno nacional necesita recuperar facultades y funciones de las que se desprendió apresuradamente en los años noventa”.[11]
Algunos ejes importantes para pensar las ciudades de la pos-pandemia son:
a – El enfoque del derecho a la ciudad supone la necesidad de ciudades más inclusivas e igualitarias que asuman el compromiso de generar políticas públicas concretas hacia los barrios populares y la población que hoy vive allí, cuya realidad visibilizó en gran medida la pandemia. De leyes que protejan a los inquilinos del tradicional poder de las inmobiliarias. [12] Resulta relevante recuperar en este punto los principios de la Carta Mundial por el Derecho a la Ciudad: i. Política de incorporación de inmuebles ociosos. ii. Incorporación de procesos de Evaluación de Impacto Ambiental Acumulativo y Estratégico. iii Normas de planificación que contemplen las inundaciones, epidemias, o pandemias o impactos ambientales. iv. Porcentaje obligatorio de viviendas de interés social en proyectos de construcción de viviendas privadas. v. Operatividad del principio de progresividad en el incremento de espacios verdes Públicos. vi. Políticas a fin de evitar la gentrificación. vii. Impedir la mercantilización y privatización de lo público.
b – El enfoque de la ciudad a 15 minutos, en las que la población puede desplazarse a pie o en bicicleta a los nodos densos del núcleo urbano en vez de viajar por medios mecánicos a los centros. Esto tiene como problema central el transporte de las grandes ciudades, la forma en que se viaje y el tiempo.
Una ciudad a 15 minutos refleja el tiempo ideal que uno debería tardar para ir a trabajar, estudiar, o poder esparcirse. Que todos los barrios sean autosuficientes y puedan contar con comercios, instalaciones deportivas y escuelas, es por ejemplo la propuesta post coronavirus de la alcaldesa de París, Anne Hidalgo. Otras ciudades en este enfoque también ponen énfasis en el transporte, en el ir al trabajo en bicicleta. El tener un centro de salud a 15 minutos de sus casas. Porque sin una vacuna disponible queda claro que deberán readaptarse el espacio público rápidamente para retornar a las actividades cotidianas manteniendo el distanciamiento necesario.
Aquí aparece el concepto de slow streets, de limitar el tránsito vehicular y promover la caminata y la bicicleta. El generar corredores de calles lentas, tantas como se pueda. El impulso al policentrismo. Áreas restringidas a los autos, áreas peatonales que amplíen las veredas para asegurar el distanciamiento social y evitar las aglomeraciones. La calidad de vida de las personas deberá ser un objetivo más importante en la planificación urbanas.
El diseño urbano tradicional, con 3 millones de personas que viajan diariamente desde una punta a otra de la ciudad, está siendo cuestionado en todo el mundo. La pandemia acelerará la transformación de las ciudades, además de contribuir a reducir las emisiones de carbono aportando a la lucha contra el cambio climático. Las urbes diseñadas a escala humana mejorarán significativamente la calidad de vida de las personas.
c – El enfoque del urbanismo metropolitano asociado al modelo de desarrollo. Esta tercera aproximación busca articular la planificación urbana metropolitana a un modelo de desarrollo integral. Por una parte, dada la necesidad de tener una planificación que articule los problemas de transporte, donde millones de personas se desplazan diariamente a una ciudad de servicios, cuidado y comercio, sin que esto sea posible hacer hasta hoy sin saturación y aglomeración, contrarios a los protocolos mínimos del covid. La configuración de hábitat y barrios urbanos dignos, la urbanización de barrios populares para el día después. La conformación de policentros en el conurbano para aminorar los desplazamientos, dada la alta atractividad de una sociedad de servicios, del cuidado y comercio como es la CABA.
Esta aproximación articula planificación urbana y modelo de desarrollo, evidenciando la necesidad de ir hacia un nuevo modelo, productivo, sustentable en lo económico, sustentable también social y ambientalmente, distinto tanto del de sustitución de importaciones como del de finacierización y primarización neoliberal. Porque está claro que tenemos hoy dos países: el del AMBA y algunos grandes centros urbanos, y el resto, que esta normalizado en sus actividades económicas entre el 80% y el 90% según el caso, lo que pone en evidencia que se requiere una orientación a un desarrollo más desconcentrado y a una mejor distribución social y espacial de los ingresos.
Ello implica también una definición sobre el tipo de sociedad donde queremos vivir, con qué valores y qué rol del Estado, de un Estado que tiene que dar respuestas a una situación compleja y, para ello, requiere -entre otras cuestiones- revertir la brutal desregulación que se llevó a cabo en los anteriores cuatro años. El país tiene muchas posibilidades de espacios con calidad de vida y, a la vez, que sean productivos y generen empleo en diversas regiones, pensando particularmente en los jóvenes, a los que el efecto del coronavirus afectará particularmente con el impacto en la pérdida de empleo, el freno en la formación académica y las mayores dificultades para volver a reinsertarse en el mercado laboral.[13]
Tal vez la existencia de nuevos valores asociados a la calidad de vida, a la ciudad sana, la ecología y el cuidar ‘la casa común’ como señala el Papa Francisco I, en síntesis, la búsqueda de un mayor equilibrio entre lo urbano y la naturaleza, comiencen a conflictuar con los que consideraban a las metrópolis como la culminación de la modernidad y de los consumos ilimitados. También la propuesta del comienzo de la descentralización de instituciones públicas nacionales podría funcionar mejor en los lugares centro de la actividad que gerencian (por ejemplo, YPF en el Sur, Minería en el NOA). Se trata de la búsqueda por desconcentrar espacialmente los centros de acumulación, y articularlos a institutos tecnológicos e industriales que movilicen sectores creativos y culturales, y planes de vivienda. Aplicar los planes arraigo y atractividad, apoyar a ciudades intermedias con producciones con valor agregado, y mostrar cómo las nuevas tecnologías, particularmente la del teletrabajo, pueden ampliar los espacios de localización de las poblaciones y actividades.
Reflexiones finales
Ya nada será igual, tampoco en la gran ciudad y en cómo la viviremos. Si bien el deterioro económico es alto y los empleos perdidos constituyen un número significativo, no es poco el avance realizado por una gestión metropolitana conjunta contra el virus y el predominio de una visión humanista sobre otra economicista, en la necesidad de reconstruir el país y en el enfoque general tomado contra la pandemia y la crisis global. Esto debería profundizarse y, en cierta forma, la situación post pandemia hará necesario integrar estas tres dimensiones: la ‘del derecho a la ciudad’; la de ‘la ciudad de los 15 minutos’, y la de ‘la planificación urbana asociada a un modelo de desarrollo”. También -como antes en la historia de las ciudades-, la irrupción de una pandemia puede implicar un punto de inflexión para la gran ciudad, por un lado, para revitalizar la metrópolis pero atendiendo a la equidad, la salud, y a la calidad de vida y, por otro, impulsar un mayor arraigo y atractividad en las distintas ciudades, regiones y provincias del país. De transitar hacia otra normalidad, la de un país más justo y desconcentrado.
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Sennett Richard (2018) Building and Dwelling. Ethics for the City, Allen Lane Penguin, Londres.
Lefebvre, H. (1968). Le droit à la ville, Ed. Anthropos, Paris, 1968.
Rojas E., Cuadrado-Roura J.R., Fernández Güell J.M. (2005) Gobernar las metrópolis. Banco Interamericano de Desarrollo.
[1] M Dammert, “Territorios urbanos y pandemia; necesidad de crítica. Biblioteca abierta, Pensar la Pandemia. CLACSO, mayo 2020
[2] Ver André Gunder Frank. El desarrollo del subdesarrollo. Pensamiento Crítico, Habana, agosto de 1967, número 7, páginas 159-173.
[3] Ver reporte de proyecciones de actividad económica regional, CEPAL, abril de 2020.
[4] Ver entrevista a María Esperanza Casullo, “El presidente tendrá que elegir un conflicto o se lo van a imponer”, Tiempo Argentino, 31-05-20
[5] Ver “Larreta y Kicilof, un vínculo que el coronavirus forzó”, publicado en La Nación el 24-5-2020. Disponible en https://www.lanacion.com.ar/politica/larreta-y-kicillof-un-vinculo-que-el-coronavirus-forzo149-x-93-nid2368959
[6] Ver Julio Burdman, “Cómo queda el territorio argentino después del COVID-19”, en Tiempo Argentino, 31-05-2020
[7] Donde las canillas comunitarias heredades de la gestión PRO en la Municipalidad d Quilmes es otro de los tópicos de indignación: “Son un parche, volvemos 40 años atrás y estamos en pleno siglo XXI”. Un estudio del Centro de Economía Política Argentina (CEPA) realizó una encuesta en una veintena de referentes de barrios populares a cargo de comedores, merenderos y ollas públicas. De esta surge, entre otras cosas, que las comunas con mayor cantidad de barrios vulnerables cuentan con la mayor cantidad de trabajadores informales.
[8] Ver Michael Mann, “El poder autónomo del Estado: sus orígenes, mecanismos y resultados”, disponible en http://politicasyplanificacion.sociales.uba.ar/wp-content/uploads/sites/121/2014/07/Unidad1_Teorico_Mann.pdf
[9] La gestión de las ciudades como expresión de un paradigma que denominamos Neoliberalismo tardío (García Delgado y Gradin,2017), marca una escisión entre el modelo de desarrollo y las ciudades metropolitanas y en particular la CABA. La ciudad no es ajena a esta importancia de lo privado, y le agrega una modernización estética y puesta en valor del casco céntrico e innovaciones que no trasforman necesidades estructurales. Las transformaciones políticas y económicas ocurridas a mediados de esta década retoman la idea de modernización y racionalización del Estado recurriendo a una forma de gestión gerencial sobre la base de las nuevas tecnologías, la comunicación, la facilitación de los trámites y una vinculación más directa con la sociedad. La gestión pública a nivel nacional y local incorpora el paradigma de Gobierno Abierto, Ciudades Inteligentes (o Smart City) y Ciudades Sostenibles en el marco de una perspectiva modernizadora.
[10] Al respecto una nueva medida cautelar concedida por el juez Darío Reynoso, señala que, “el gobierno de Horacio Rodríguez Larreta deberá asegurar la entrega de elementos sanitarios, de higiene y limpieza, de medición de la temperatura y la provisión de agua potables en todas las villas y asentamientos de la Ciudad de Buenos Aires”.
[11] Julio Burdman, “Como queda el territorio argentino después del Covid-192, op. Cit, plag. 15
[12] Gervasio Muñoz de la Federación de Inquilinos señala: “Es fundamental que el Congreso apruebe la prórroga del derecho que prohíbe desalojos, aumentos de alquileres y extiende los contratos hasta marzo del año que viene. Pero no es lógico que al mismo tiempo vote una ley que facilita los desalojos después de esa fecha, y le da una participación a los bancos que será muy nociva. En abril del año que viene se habrán acumulado deudas de meses por los aumentos de alquileres diferidos. Si se aprueban los desalojos express, vamos a estar con una situación muy complicada”. David Cufré, “La hora del inquilino”, Página 12, 30-05-2020
[13] El 24,8 por ciento de IFE son jóvenes de entre 18 y 25 años, es una población extremadamente vulnerable y serán los más golpeados por la crisis del coronavirus y la recesión general de acuerdo al último informe de la OIT.