En el 2006 el escritor y ensayista italiano Alessandro Baricco publicó un libro titulado Los bárbaros: ensayo sobre la mutación. Se trata de un texto realizado por entrega en el que el autor daba cuenta de la existencia de personajes (los bárbaros) que provocan el declive de la cultura burguesa occidental. Más de diez años después el mismo autor escribe y publica The Game en cuyo prólogo manifiesta:
“escribí este libro, para aclararme a mi mismo y a los demás el hecho de que con toda probabilidad aquello a lo que estábamos asistiendo no era una invasión de bárbaros que barrían nuestra refinada civilización, sino una mutación que nos concernía a todos y que a corto plazo iba a alumbrar una nueva civilización, de alguna manera mejor que aquella en la que habíamos crecido. Estaba convencido que no se trataba de una ruinosa invasión, sino de una astuta mutación. Una conversión colectiva a nuevas técnicas de supervivencia”(pág. 12)
En The Game Baricco invierte el razonamiento más generalizado que piensa que la transformación cultural sucede como consecuencia de los cambios tecnológicos y nos plantea que fue el cambio en las mentalidades el que llevó a la realización de una revolución por la vía de la producción de instrumentos que transformaron radicalmente nuestra cultura. Según esta postura se trata de una transformación resultante de un cambio en los instrumentos de los que disponemos, que a su vez generan un cambio en los modos de habitar el mundo.
Es muy interesante la postura de Baricco porque por un lado plantea que es el agotamiento de una cultura y la búsqueda de alternativas lo que está en la base de los cambios civilizatorios, y que a pesar de la envergadura de estas modificaciones éstas se realizan a través de la invención de nuevos instrumentos que permiten romper con el pasado y golpear de pleno en el corazón de la cultura anterior.
Con la misma perspectiva podríamos pensar la invención de la imprenta como el instrumento que golpeó de lleno la cultura medieval y fue la plataforma de lanzamiento de la modernidad, posibilitando con ella la destrucción de los poderes absolutos de los reyes y la iglesia. La imprenta vehiculizó la construcción de la era moderna desde el comercio a la escuela pública, desde la democracia al capitalismo, transformando la red institucional y cultural medieval.
Si seguimos el razonamiento de Baricco, es el cambio de mentalidad lo que está en la base de la invención de los instrumentos que hacen posible el cambio de vida. Quienes huyen de la tradición, del conjunto de principios y valores que la expresan y de la elite que los custodia, intervienen sobre el funcionamiento de las cosas para generar el cambio. No inventan una nueva teoría sobre el mundo, un nuevo deber ser para los hombres, un nuevo amanecer en el horizonte. Sólo construyen instrumentos que permiten otra forma de vida.
No han escrito ningún libro sagrado sino inventado los algoritmos, las pantallas, las aplicaciones y mil invenciones más que han excavado los cimientos del mundo en que vivíamos y casi silenciosamente creado otro que nos deslumbra y nos asusta en la medida que crea lo nuevo a la par que destruye los cimientos de lo instituido.
Si alguien ha visto la serie Sillicon Valey puede apreciar la distancia existente entre los personajes que dedican la vida a crear los instrumentos con los que transformaron el mundo y siguen renovándolo, y las construcciones teóricas-ideológicas con las que el siglo XX intentó crear el hombre nuevo y una sociedad mas justa. Esto, por supuesto, requiere una discusión a fondo por parte de los productores de ideas destinadas a ordenar y dar sentido al mundo en que vivimos.
En los últimos treinta años han sido los ensayistas los que han estado proporcionándonos una interpretación del mundo en que vivimos; los filósofos, politólogos, sociólogos, economistas, que ampliaron su mirada, reconocieron las limitaciones de la red conceptual y las premisas metodológicas vigentes, y se lanzaron a interpretar la compleja trama de fenómenos que reestructuran permanentemente el mundo en que vivimos. La sociedad líquida (Z. Bauman), la de riesgo (U. Beck), la transparente (G. Vattimo), la era del vacío (G. Lipovetzky), la sociedad del control (G. Deleuze), la sociedad en red (M. Castells), etc., son todos intentos de identificar un elemento que ordena la realidad. El esfuerzo se explica por el mandato de ordenar el caos que tienen los intelectuales, desentrañar las claves de la realidad que permitan hacer comprensible el caos.
Según Edgar Morin hay una nueva ignorancia ligada al modo de organización de nuestro saber en sistemas de ideas (teorías, ideologías). La ignorancia resulta de un modo mutilante de organización del conocimiento, incapaz de reconocer y aprehender la complejidad de lo real. El paradigma de simplificación que controla el pensamiento occidental ha permitido sin duda enormes progresos del conocimiento científico, pero ha generado una disyunción entre este conocimiento y la reflexión filosófica, impidiendo conocer el tejido complejo de las realidades. Se trata de una inteligencia ciega que destruye los conjuntos y las totalidades y aísla todos los objetos de sus ambientes. Las realidades claves son desintegradas, aquellas que pasan entre los hiatos de las disciplinas. De allí entonces la importancia de los ensayos que rompen los corsés disciplinarios y metodológicos.
Estamos en una situación en la cual el mundo ha cambiado radicalmente y los paradigmas que orientan el desarrollo del conocimiento no nos permiten construir una visión integral de la realidad en la que estamos viviendo.
El análisis y reflexión sobre la educación escolarizada no escapa al planteo que estamos haciendo en esta introducción. Por una parte la escolarización tal cual la conocemos se realizó en diálogo con una organización del mundo muy diferente a la contemporánea. De modo que los cambios que pensemos para el sistema requieren construir previamente una visión del mundo en que vivimos desde el paradigma de la complejidad.
Por supuesto no hay consenso sobre esto. No toda la comunidad educativa (investigadores, expertos, docentes, funcionarios y agentes de la educación) adhiere a este paradigma y mucho menos a la idea de que el mundo ha cambiado y la educación debe transformarse en diálogo con este cambio. Sin embargo, a pesar de las dudas la pandemia ha puesto en evidencia la potencialidad de los nuevos “instrumentos” para posibilitarnos la vida y también la necesidad de una mirada compleja para entender la realidad que estamos atravesando.
En otra versión este texto forma parte de la Introducción al dossier de Educación en el mundo contemporáneo de la revista Propuesta Educativa Nº 53, de pronta aparición.