Esbozos de una micropolítica del lazo
Artículo de Silvia Duschatzky, coordinadora académica del Proyecto Gestión Educativa, Programa Políticas, Lenguajes y Subjetividades en Educación (PLYSE) del Área Educación de la FLACSO Argentina.
Publicado en “Revista Adynata, reveses de clínicas estremecidas” el 16 de agosto de 2021.
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Esto es una escuela, esto no es una escuela, se me perdió la función, ¿vamos al rescate? … Cómo estar en el tiempo de las cosas, en el tiempo de las que tal vez (si una percepción que menos supone “ve” posibles que navegan entre luces y sombras). Habrá que ya no darle la espalda a la tierra, a sus vibraciones. Inclinarnos hacia el cielo sólo para pensar cómo caminar en el pantano descubriendo los vericuetos por donde hacer otros mundos.
Lo que sigue se pensó a partir de un escrito que una maestra chilena comparte. El que lea estas notas verá que las ideas que dispara no hace “caso” a la anécdota sino a sus resonancias y entonces valdrá para pensar zona chilena como cualquier otra circunstancia en la que los pasos ya perciben que caminan en tierras movedizas.
1- Profes relatando, en una especie de secuencia de fotogramas, episodios en los que transcurre el intercambio con los pibxs, o con alguna madre, o con el que azarosamente se cruza en el camino, ahora en tiempo de pandemia.
2- Ellxs están “ahí” escuchando el relato de las chapas de una casa volándose por efecto de la marejada, el de lxs pibxs que dan testimonio del trabajo de reconstrucción de su vivienda , el de chicxs que duermen hasta tarde para pasar de largo una de las comidas, el de los que tienen conexión y los que no…el de pedidos de niñxs dirigiéndose a su maestra llamándola “tía” (vocablo que suena a una atmósfera afectiva más que a un signo referencial). Ellas – docentes devenidas tías, las que ya no cargan con atributos, al estilo del hombre que en la novela de Musil decide perderlos – también relatan su estado de shock cuando la muerte real se impone a la vista diaria durante días aciagos. Ellas que cruzan la calle para evitar, más que la mirada aterrorizada, la excesiva cercanía con aquello que necesitamos mantener en la sombra, o en estado adormecido, para no negarlo, para no desritualizarlo, para que no le gane a las ganas mientras late el corazón. Maestrxs, tías, mezclando, en una escritura emparentada al diario, lo que escuchan de sí mismas y de lxs pibxs, cuya condición también parece emular al personaje sin atributos de Musil. Más pibxs que alumnxs, aun recordando que habría alguna tarea escolar que realizar.
3- Lo que sucede no solo prescinde del espacio físico, no solo derriba el tiempo como apuesta a un futuro ilusorio, no solo hace tambalear las jerarquías en la proximidad de vivencias acontecidas por un tembladeral que no distingue frontera alguna, no solo difumina la semblanza de una igualación entre lxs alumnxs cuando participan de un aula – sentados unxs junto a otrxs, poblando el mismo espacio, exponiendo rechazos interrupciones intempestivas, risas, lenguas no escolarizadas, eventualmente atención, en ocasiones con el mismo guardapolvo, destinatarixs de un mismo discurso – sino que viene a exponer el carácter de velo que porta toda institución. Nada hasta el 2019 parecía amenazar un plafón perceptivo apoyado en la imagen visual, las impresiones olfativas y el roce de los cuerpos.
4- En la escuela contamos con artificios que, aunque infructuosamente en los últimos tiempos, nos hacen creer que podemos mantener a raya la caotización ambiente. La escuela es por el montaje de sus escenas (aula, actos patrios, capacitación, reuniones, planilleo físico, sala de profesores, recreos, personajes distinguibles). Habría cierta eficacia – claramente no simbólica, no se realiza lo que se enuncia – que en su reiteración ritual (aunque agrietada) desplegada en su escenario físico hace consistir – tal vez de modo espectral – una subjetividad, sobre todo en lo que respecta a los agentes educativos. Podríamos sintetizarlo así: soy maestrx, me lo confirma no solo el título acreditado sino el espacio codificado al que acudo, el aula que piso diariamente, esos cuerpos ahí (no necesariamente a la espera pero ahí, aún como mascarada). El sonido del timbre, la sala de profesores, etc., etc. Lo confirma más la especificidad espacial que abona un imaginario aún consistente, que los atributos particulares derivados de la función de cada ámbito.
5- Hoy, pandemia. ¿Qué recogemos? No hay aglutinamiento en un espacio físico que centraliza la labor, pero sí enlaces que suceden en el éter o en territorio. Las estériles planificaciones (dada por el concepto mismo de plan) son avasalladas por los episodios intempestivos y repentinos que, si siempre acontecieron, hoy se viven de manera arrasadora. No habría línea de tiempo a seguir, reforzada mediante ritos (ya vaciados), ni retóricas de un futuro a alcanzar, pero sí tiempo de hacerse y rehacerse. Tiempo real, tiempo en el que devienen diferencias en el pasaje de una casa desbarrancada a otra puesta en pie mediante fuerzas en colaboración, diferencias entre la desprotección y la construcción colectiva de alguna guarida en la que ampararse juntxs. No habría soliloquio escolarizante, emisores de saberes previamente sancionados, ni un énfasis en interpretaciones que acentúan lo que ven como déficit y sí la emergencia de relatos en los que prevalece la resonancia de los choques involuntarios y la diseminación de fronteras que distinguían esferas domésticas de aquellas destinadas al trabajo, tiempos de intimidad de otrxs públicos. Lo banal, lo cotidiano, los ánimos, la materialidad cruda de las vidas tiene lugar como balbuceos desconcertantes y al mismo tiempo ineludibles. Balbuceos nacidos de una mezcla en la que no cabe oponer las históricas divisiones producidas en lógica institucional; doxa y episteme, culto y popular, vida callejera y vida escolar, inmediatez y proyección. Y un plus. Ya no son lxs pibxs y las familias las que solo exponen vidas rotas o estados anímicos complejos, ahora también lxs maestrxs, de modo más solapado o más expuesto, comparten un suelo pantanoso que atraviesa cuerpo y alma.
6- La tan mentada “continuidad pedagógica” provocó un cráter en el ya desvencijado imaginario educativo. Digna de la mejor película de ciencia ficción el aula “se fue a negro” y las voces se mutean. Un simple clik en poder de lxs alumnxs borró la escena escolar o mejor todo indicio de escena. Algo pide ser pensado en interlocución.
7- La escuela como sujeto con atributos está en decadencia. Sin embargo, como nodo, como circunstancia que enlaza, como cita a la que acudir, como materialidad en la que conectar con alguien disponible a alojar, como complicidades y tensiones devenidas del cuerpo a cuerpo, como juego que bucea en filtraciones convocantes, aún en el negro dela pantalla…parece no desfallecer. Probablemente no es tiempo de envolverla con nuevos relatos, ni de adjudicarle innovadoras funciones pero acaso sí de preguntarnos si no habría en esos frágiles enlaces un germen de una micropolítica del lazo. La micropolítica del lazo no tiene referente ni meta, todo se cuece, se gesta, se despliega, se diferencia, se multiplica, se bifurca en el acto mismo de explorar lo común en la experiencia de ser afectados.
8- Como sugiere la escritura de Musil en El hombre sin atributos, se trata de un presente sin dirección (que no obstante admite bifurcaciones en su carácter abierto), un presente que está ahí, en sus capas más palpables y en la opacidad de sus sutilezas, con su tono enigmático y su cualidad de hervidero. Un presente multiforme sin centro que lo aglutine y en condiciones de tramar en-redados, “…la única palabra bella es menor, de allí que el ojo se ensañe con ella” (Beckett).
Agosto 2021- Pandemia
FUENTE: Revista Adynata, reveses de clínicas estremecidas.
https://www.revistaadynata.com/post/esbozos-de-una-micropol%C3%ADtica-del-lazo—silvia-duschatzky