El Papa Francisco y el ingreso universal

Por Emilce Cuda, docente e investigadora del Programa Estudios y Relaciones del Trabajo.

 


El Papa Francisco y el ingreso universal: única voz soberana ante el caos.

Esta nota aborda los debates actuales por la distribución de la riqueza y la cuestión del ingreso universal en el marco de una economía global en crisis.

Mientras el sistema político occidental da muestras evidentes de un caos político, económico y sanitario que no puede manejar, la única voz que se manifiesta públicamente dando propuestas concretas para salir de la crisis global que amenaza la vida en el planeta -ya sea por el Covid19, por desempleo estructural, o por desastres ambientales-, es la del Papa Francisco.

Soberano es quien tiene el poder de decisión. Eso implica dos cosas. Por un lado, hasta el día de hoy el Papa Francisco es la única persona humana que encarna de manera legítima -porque representa a miles de millones de seres humanos a nivel mundial-, la representación de la demanda de todos los pueblos por la vida misma, lo cual lo hace soberano, ya que tiene una aclamación popular indiscutida y sostenida durante siete años. Eso incluye no solo a los católicos, sino también a creyentes de otros credos y también a no creyentes.

Por otro lado, mientras otros líderes políticos van perdiendo representación, incluso en sus propias filas, dilapidando su tiempo en discutir si es más importante la cuarentena o la economía y cerrando sus fronteras externas e internas, por el contrario, el Papa Francisco es el único líder que tomó la decisión de salir a hacer frente a la cruda realidad. No se detiene en el virus -que no es persona-, sino en los hombres y mujeres concretos amenazados en su integridad física por la pandemia y por la miseria que sobrevendrá. La crisis económica que este sistema produjo a consecuencia de no existir las estructuras necesarias para evitar el colapso. Un sistema que no se conmovió -ni se conmueve- por dejar en la calle a millones de trabajadores, a su suerte: sin Techo, sin Tierra y sin Trabajo. Incluso ahora, mientras sus líderes agonizan en hospitales europeos, resisten el cambio. En términos hegelianos, prefieren morir como amos, a salvar la vida de un modo digno, pero al que ellos consideran inhumano. El modo en el que vive el 90% de la población mundial fuera de la fiesta rentista.

Asombrosamente, el Papa tomó la decisión soberana de hacerse cargo de la situación crítica. No lo hace solo con gestos sacramentales, acciones litúrgicas o palabras de aliento y consuelo a las víctimas y sus familiares. Eso es todo lo que se esperaría de un líder religioso. Se hace cargo de la situación con propuestas concretas y factibles de hacerse efectivas. El Papa Francisco pidió públicamente la implementación urgente de un ingreso universal, armó cinco equipos de expertos internacionales para elaborar acciones que puedan reactivar la economía en otro modo alternativo al actual -el cual ha dado muestras de ser inoperantes en varios aspectos-, y público en medios de divulgación masiva cartas de motivación a la población para que salgan a reconstruir la sociedad, la familia, la vida.

El ingreso universal ya había sido la propuesta central del informe de la Comisión Mundial convocada por la OIT (Organización Internacional del Trabajo), publicada el 22 de febrero del 2019. El informe, luego de un extenso análisis de la situación de los trabajadores, amenazados por un desempleo estructural irreversible de continuar con la misma lógica productiva neoliberal, dice que la única salida es implementar una garantía básica para todos los habitantes de este planeta que asegure techo, alimentación, educación y capacitación, como así también fondos para garantizar la organización de los trabajadores.

Por supuesto que eso fue solo lectura de investigadores. Incluso los sindicatos lo han pasado por alto y, siguiendo la lógica del sistema, ante el desempleo -según ellos causado por la tecnología que elimina puestos de trabajo-, la solución era más tecnología, es decir capacitar tecnológicamente a los empleados y abrir más carreras universitarias en esa línea. Lo que quedó en evidencia es que las organizaciones internacionales creadas en el siglo XX son insuficientes en el siglo XXI. Digo esto por dos motivos: primero, casi ningún medio levantó las propuestas de ese informe. Segundo, ninguna organización sindical salió a las calles a reclamar ese derecho.

También quedó demostrado que los cambios no vienen de arriba hacia abajo ya que, ante una amenaza de catástrofe económica -como la que provoca el Cvid19-, las empresas insisten en ajustar más el mismo sistema; perfeccionarlo. ¡Más de lo mismo! Eso muestra que solo pueden pensar cambios cuantitativos, no cualitativos.  Sin embargo, el Papa Francisco está pensando en un cambio cualitativo de la economía. Un nuevo sistema de producción y distribución pensado e impulsado entre todos los sectores trabajadores, descartados, empresarios, y no solo por rentistas o economistas ortodoxos.

El liberalismo desactivó los Estados, o los utilizó como garantes de sus derechos fundamentales inalienables -solo para algunos-: propiedad privada y libertad personal. Resulta que hoy el Estado Moderno no cumple ya su función primera: garantizar la vida. Dicho de otro modo: vemos que el Estado de Derecho liberal puede garantizar la renta, pero no puede garantizar la vida. No puede atender sanitariamente a la población ante un enemigo “realmente externo”, ni tampoco alimentarla. Aun así, un Estado sigue en pie. El catolicismo. Un Estado con un soberano, este Papa, el papa Francisco. Su legitimidad se mida por miles de aclamadores. Ese soberano habla como político, como economista, como líder social y se ocupa de los hombres y mujeres de su pueblo. Mientras tanto, los políticos hablan como líderes religiosos y rinden culto públicamente al dios dinero.