Políticas de conservación de la naturaleza, desarrollo y participación


Las áreas protegidas implican nuevas formas de regulación en el acceso y uso del espacio que ameritan ser analizadas en tantos procesos multidimensionales cuyas realidades pueden estar distanciadas de los predicados en que se fundan. Pero más allá de los objetivos de preservar porciones del mundo de la marcha predatoria actualmente en curso, la implementación de las mismas abre un conjunto de interrogantes acerca de las nuevas formas de autoridad que se establecen en el espacio, de las nociones de naturaleza que guían estas intervenciones, de las consecuencias sobre las poblaciones y comunidades que habitan allí y, más ampliamente, acerca de su efectiva contribución para la “sustentabilidad del planeta”.

Las políticas de conservación han experimentado profundas transformaciones a lo largo de más de un siglo, sobre todo a partir de críticas que han puesto en relieve la necesidad de incluir en la gestión de las Áreas Protegidas-AP a los procesos que tienen lugar por fuera de ellas, en particular a las poblaciones locales. En tal sentido es posible determinar una ruptura con el modelo de conservación “clásico” que dio lugar a la creación de los primeros Parques Nacionales desde fines del siglo XIX, basado en visiones dicotómicas de la relación entre naturaleza y sociedad, y que llevó a separar a las poblaciones humanas de las áreas protegidas. Estas primeras AP tuvieron por objetivo general establecer espacios considerados de “naturaleza intocada” (Diegues, 1996), protegiendo ambientes “prístinos” frente a las comunidades humanas, que fueron consideradas como amenazas a la naturaleza.

Como reacción a estos procesos iniciales de preservación de la naturaleza, a partir de las últimas décadas del Siglo XX se presentan modelos de conservación que impulsaron la incorporación de las poblaciones locales en la gestión de las AP, poniendo en valor prácticas productivas tradicionales y desarrollando metodologías participativas. Pero en paralelo ha ido adquiriendo mayor fuerza la intervención del mercado en las políticas de conservación y, en tal sentido, las necesidades de comercializar pasan a categorizar las AP. Por tanto, a lo largo del Siglo XX, la conservación se ha constituido en vínculo directo con el desarrollo, no sólo buscando saldar los problemas ambientales que el mismo genera, sino también generando nuevos recursos para beneficio del capital.

De manera que este curso propone abrir la discusión para delinear definiciones de la conservación, considerándola como procesos continuos que tienen lugar en contextos políticos y culturales determinados. Para esto será necesario tomar distancia de las definiciones de la conservación y, en particular, de las AP como un fin en sí mismo basadas sobre todo en miradas tecno-científicas. En las definiciones se discutirán los procesos en lugar de las prácticas, reconociendo los conflictos que involucran a las AP en lugar de considerarlos externalidades. Así, proponemos pensar a la conservación como un proceso político y social específico por el cual se gobiernan territorios, recursos naturales y poblaciones.