Hoy, 23 de abril, se celebra el Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor, en conmemoración de la muerte de tres maestros de la literatura universal: William Shakespeare, Miguel de Cervantes Saavedra y Garcilaso de la Vega, quienes fallecieron en el año 1616. Pasaron más de cuatro siglos y sus obras se siguen leyendo, actuando, traduciendo, adaptando y compartiendo a lo largo de todo el planeta. Y en estos días de aislamiento físico, mucho más. En papel, en audio, en archivos de texto digitales, en grabaciones caseras.

En la creación y difusión de estas y muchísimas otras obras intervienen numerosos actores. En primer lugar, el autor o la autora. Pero también traductores, directoras de cine y televisión, editores, libreras… Y el público. El que compra un libro, el que asiste a una obra de teatro, el que paga una entrada de cine; el que se suscribe a innumerables plataformas digitales para ver series y películas, para escuchar podcast, newsletters… Pero también aquel que recomienda obras y las comparte prestando sus libros (y sus suscripciones) y de otras formas “creativas”.

El derecho de autor es una institución viejísima. Casi tanto como los maestros que estamos rememorando. A lo largo del tiempo fue adaptándose a las nuevas tecnologías, a los reclamos de creadores y editores, y en menor medida a las demandas sociales. Uno de los objetivos principales del derecho de autor es promover la creación de obras nuevas. Para ello establece leyes que otorgan al titular la exclusividad de la explotación de la obra por una determinada cantidad de años. Otro objetivo es difundir esas obras. Entre otras variantes, para que la difusión alcance a un público diverso y amplio la obra debe poder ser accesible, por ejemplo, otorgando algunas excepciones o limitando la protección a una cantidad de años acotada. En la actualidad esa cantidad de años (70 años pos mortem en Argentina) parece ser excesiva. Tampoco nos sobran las excepciones en nuestra ley autoral.

Desde la Maestría en Propiedad Intelectual celebramos esta fecha teniendo en mente todos estos aspectos de la ecuación: incentivar la creación y proteger a los autores, por un lado, promover la difusión y el acceso a las obras, por el otro. Saludamos y acompañamos a quienes día día trabajan para incrementar el acervo cultural del que todos y todas formamos parte.