Ausencia de liderazgo global y búsqueda de un nuevo paradigma
Por Daniel García Delgado, director del Área Estado y Políticas Públicas de FLACSO Argentina.
Publicado el 13 de abril de 2020 en el sitio web del Área EyPP, Sección Papeles de coyuntura.
http://politicaspublicas.flacso.org.ar/
El mundo ya no va ser igual (Parte 2)
Ausencia de liderazgo global y búsqueda de un nuevo paradigma
Introducción
Hasta la aparición de los dos cisnes negros, la pandemia global y la crisis económica, la situación internacional mantenía una tensión creciente entre el antiguo hegemón, los Estados Unidos, y China como ascendente potencia mundial. El conflicto no era sólo comercial, sino económico, tecnológico y geopolítico. La tensión llegó a un punto tal que algunos especialistas hablaban del “dilema de Tucídides”, es decir, el que ocurrió entre Esparta y Atenas cuando la primera ciudad vió que Atenas crecía indefinidamente, y decide atacarla antes que la relación de fuerzas fuera demasiado asimétrica. Este enfrentamiento en ciernes no ocurrió porque lo intempestivo e imponderable de Covid-19 y la crisis económica global cambiaron el escenario. No sólo lo transformaron, sino generaron un dilema aún peor. Porque la pandemia global se expande inclementemente y sin barreras (cifras de 1.000.000 de infectados), junto a una crisis económica mundial que puede ser, incluso, más grave que la del ´30, porque ahora es, a la vez, de oferta y de demanda y donde mil doscientos cincuenta millones podrían perder su trabajo o sus ingresos se verán seriamente reducidos, donde la Organización Mundial del Comercio (OMC), el intercambio global se contraerá en 2020 en niveles de dos cifras y mucho más que por la crisis financiera de 2008.
Lo cierto es que la incapacidad o falta de voluntad de los principales líderes mundiales para concertar una salida colectiva a la crisis desatada por la pandemia del Covid-19 ofreciendo una solución global a un problema de naturaleza también global, terminó por confirmar los pronósticos que vienen anunciando el eclipse del orden internacional liberal. El cierre de fronteras y el aislamiento nacionalista o pragmático han estado a la orden del día ante la rápida propagación de la pandemia, imponiéndose sobre las soluciones que apuestan a la cooperación y la solidaridad global. Ahora bien, al inicio del gobierno del Presidente de la Argentina, Alberto Fernández, se consideró la necesidad de un nuevo contrato social para superar el modelo especulativo de financiarización predominante durante el macrismo. Pero la situación a dos meses de iniciado el mismo, cambió tan rápido e intempestivamente que debemos pensar no sólo en el nuevo rol del Estado activo en la salud pública, lo social y lo económico, sino también en un nuevo paradigma y contrato social, pero a la vez, que sea global para poder luchar contra la pandemia y la crisis. Pero ¿con qué instituciones, países, liderazgos se podría encarar esto?
El capitalismo de libre mercado y financiero en crisis
Como señala Jorge Taiana, esta crisis “económica no responde únicamente a la situación de la salud, sino a la mala solución de la crisis internacional de 2008 que no hizo más que aumentar la desigualdad y destruir los sistemas de bienestar social. En ese proceso se produjo una destrucción de los sistemas de salud y los servicios básicos tanto en España, en Italia y en los Estados Unidos. Y aquí, en nuestro país, luego del 2015 se siguió en esa misma línea con el gobierno de Cambiemos. Frente a esta situación, nos encontramos ahora con la inexistencia de un liderazgo global, de país, o institución alguna. Ninguna gran potencia ha tratado de generar una propuesta global, o no quieren o no pueden. Tanto de Occidente como Asia, particularmente los países capitalistas centrales, están procurando resolver sus propios equilibrios internos y sus dilemas entre optar por la salud o la economía. Es más, prevalece la respuesta de ´cada uno por la suya´ y en algunos países de la Unión Europea ya comienzan a generarse, junto a titánicos esfuerzos del sector salud para librarse del “Tsunami virósico”, promover impuestos a los ricos, emisión de dinero, créditos a tasas cero para ayudar a recuperar la economía y solventar los déficits fiscales lo mismo que en los Estados Unidos. En ese sentido, podría decirse que, por un lado, están los países centrales y, por el otro, el resto. Y no hay que olvidar que, en buena medida, las ganancias y riquezas de unos son las pérdidas de los otros. Por ejemplo, se da por la vía del pago de intereses de la deuda o regalías, mecanismos que suelen llevar recursos constantemente hacia países centrales. Esto también profundiza la diferencia de recursos que posee cada nación para enfrentar la crisis y las consecuencias sociales que traerá[1].
Paralelamente comienzan a escucharse pedidos en favor de mayor cooperación o de un renovado y progresivo multilateralismo. Tal vez, el factor amenaza tanto a la salud pública como por un default global, sean inductores del, en favor de un nuevo contrato y paradigma. Tanto porque es necesario evitar una probable Gran Depresión que se avecina si las tendencias de caídas de las economías y el empleo continúan como hasta ahora (Roubini, 2019) y soluciones a la pandemia a través de alguna vacuna o tratamiento eficaz. Como por otra parte la crisis pone en evidencia que se necesita una cooperación mundial en la producción y distribución de suministros de la manera más efectiva posible. Es decir, el unilateralismo en favor de los Estados Unidos (ejemplificado hasta el paroxismo en el gobierno de Trump) con sanciones comerciales para aquellos países que no cumplían sus mandatos; y el multilateralismo regresivo previa a éste (el de la Organización Mundial del Comercio la OMC y la gobernanza del G-7), que sólo servían a las grandes corporaciones de los países centrales, pone en evidencia la necesidad de otro modelo de relación estado mercado y sociedad, y de un multilateralismo progresista. La cooperación que se requiere ahora es distinta a la del libre comercio, de la austeridad y reformas estructurales, debe ser en favor de las posibilidades de resolver la crisis de salud y económica, las deudas soberanas de los países pobres y emergentes, generar subsidios a la producción, con medidas expansivas de los Estados en favor del empleo y de cooperación científico inmunológica y apoyo a la OMS.
Tal como lo indica la trayectoria de la crisis de COVID-19, se impone un keynesianismo de guerra, de más Estado y solidaridad, porque “las economías de mercado capitalistas tendrán que ceder, al menos temporalmente, a una forma improvisada de socialismo dirigida a restaurar los flujos de ingresos para los hogares y los flujos e ingresos para las empresas. Luego veremos si las consecuencias de este experimento con el socialismo duran mucho más allá del final de la pandemia”[2]. En ese sentido el FMI, por su parte, debería prepararse tanto para: a) una emisión masiva de nuevos Derechos Especiales de Giro (DEG), su activo de reserva suplementaria; b) hacer planes para una reestructuración significativa de la deuda, incluido un alivio sustancial para los deudores soberanos en países de ingresos bajos y medios; y c) considerar nuevos controles de capital más estrictos para evitar que los mercados financieros exacerben las consecuencias del COVI-19 en los mercados emergentes. Esto significa abandonar la histórica inclinación de ésta institución hacia la austeridad y su compromiso instintivo para proteger los intereses de los actores financieros sobre los de la gente común. En esta búsqueda el Ministro de Economía de la Argentina, Martín Guzmán, ante directores de Bancos Centrales del G-20, señaló: “Estamos en una emergencia global que requiere políticas globales valientes y contundentes. Esa cooperación es clave para preservar la estabilidad social global”.
Una América Latina fragmentada ante el doble desafío
La región está fragmentada y sin respuesta común a la pandemia y crisis económica. La economía de América Latina caería este año entre 1,8 y 5.5 por ciento, estima el BID. Meses atrás la entidad anticipaba un crecimiento de la región del orden del 1,6 por ciento. La región aparece gobernada en su mayoría por gobiernos de derecha que apuestan más a mantener la agenda dominante, que a preocuparse por la salud de sus poblaciones. Sin UNASUR, sin instituciones propias que la representen, con la adversariedad panamericanista de la OEA, la mayoría de los gobiernos intentan una vía de despreocupación de la salud, más autoritaria, más fundamentalismo como Bolsonaro, Piñeira y Lenin Moreno. Y con apoyo al bloqueo de Venezuela y Cuba aun en estas difíciles circunstancias. La región tiene problemas de deudas soberanas, falta de demanda, desigualdad y un sector creciente de la economía informal que es fuertemente impactada por cualquier política de aislamiento social o decrecimiento de la economía.
A partir de esto podemos sacar algunas conclusiones sobre el actual proceso global donde está inserta la Argentina y la región y la doble crisis mundial y las posibilidades de promover un multilateralismo progresivo o un nuevo contrato social global que modifique relaciones norte sur, en particular sobre la remisión de las deudas externas, y que permita mejor vida para sus poblaciones.
- China demostró capacidad para vencer con eficacia esta batalla y que sale reforzada a nivel global. Mostró un poder infraestructural significativo. Como señala Eduardo Crespo lo que diferencia a Asia Oriental en el mejor tratamiento de la pandemia es un concepto que Michael Mann denomina “poder infraestructural”, es decir, la capacidad logística de los Estados para intervenir en un territorio a través de su población con el objetivo e imponer la ley, comunicar, educar, prevenir y curar La mayoría de los estudios señalan que en las últimas décadas los Estados de Asia oriental fueron más eficaces que la mayoría de los países de Occidente para intervenir en casi todas las arenas de incumbencia, sea para alcanzar elevados niveles de educación, o el catch up tecnológico con los países más desarrollados[3]. Pero en este momento no está en un rol de hegemonizar ninguna propuesta global, si de prestar ayudas solidarias. Trump, por su parte, nunca se mostró interesado en jugar en forma más amplia. De esto se trata la transición del poder que ya estaba en curso ante de la pandemia: los Estados Unidos declinaba y China emergía
- Europa en su conjunto ya no es un espejo al que imitar. No pudieron ser efectivos frente al coronavirus. El Estado de Bienestar es mucho más débil de lo que se percibía. Italia y España llegaron tarde y están siendo los más afectados por la crisis y no es casualidad. Que los Estados Unidos y la Unión Europea además muestra incapacidad para coordinar y armonizar al menos una acción frente a esta pandemia. La Unión Europea es un mercado único económico y monetario, pero está muy lejos de ser un proyecto social y político común. Y los Estados Unidos solo ha prestado Swaps de ayuda financiera a dos aliados claves de la región, México y a Brasil.
- Necesitamos Estados activos y pugnar por una multipolaridad progresiva para poder resolver estos desafíos. No hay un liderazgo salvador, dependemos de nuestra capacidad política de utilizar el Estado, la solidaridad y actores de la sociedad civil para resolver estos desafíos y, al mismo tiempo, pugnar por respuestas globales y regionales más amplias; apoyar medidas para que la redistribución del ingreso este en la agenda.
Tal vez no se pueda esperar demasiado de instituciones multilaterales como el G-20 en la próxima reunión de Quatar, pero hay signos de cambios en FMI, el BID, entre otros que pueden empezar a reconstruir un multilateralismo progresivo y adoptar medidas de peso económico sobre condonación de deudas soberanas y apoyo a reestructuración sustentable con acreedores privados, replanteo de elusión y paraísos fiscales. Asimismo, está claro que el rol clave que está jugando la Organización Mundial de la Salud (OMS) y que la autoridad de este organismo de verse reforzada.
La Argentina, el Estado activo en una nueva etapa
Esta lucha encarada por el Estado y la política aquí y en muchos países del mundo contra los dos “cisnes negros” de la región es decisiva para salvar vidas y para pasar de un modelo especulativo a otro productivo con mayor valor agregado. Salir del mundo unipolar y unilateral y tender a otro multipolar y a una multilateralidad progresiva. Pero se requiere, en un país -donde que ya éramos un país desfinanciado y endeudado-, que le llega la pandemia, con la caída de la activad y de la recaudación y las demandas ms diversas, más recursos y políticas. Por eso, junto con el aislamiento social de la actual cuarentena, el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) y la postergación o reducción de cargas patronales de las PyMEs, es necesario modificar el anterior paradigma de financiarización, especulativo y de elites, de avanzar tanto en el fortalecimiento del sistema de salud, en la apuesta a la vida, como en el salvataje del sistema productivo existente. ¿Cómo?
- Con más solidaridad, los que más tienen, tienen que aportar a los que menos. No es un problema de filantropía o donaciones altruísticas. Es más profundo, la progresividad de los impuestos, frente a una situación en que los ricos han pagado siempre muy poco. Esto es lo que se intenta con el impuesto a las fortunas que se presenta al Parlamento la semana próxima. El tributo extraordinario apunta a los contribuyentes con una gran capacidad de formación de riqueza, por ejemplo, los argentinos incluidos en el ranking de Forbes. En ese sentido, los ricos -señala el economista Branko Milanovic- “deberían darse cuenta de que no sólo están pagando para compensar a los pobres por los ingresos que pierden, sino que también están pagando para evitar un colapso social”.[4]
- Con menos elusión impositiva y fuga de capitales. El trienio a 2018 fue particularmente intenso en materia de fuga de capitales, marcando un record histórico en la formación de activos externos registrados, pero también en operaciones de “shadow banking” o banca en las sombras fuera de registro y de otras obligaciones locales. La fuga de divisas constituye uno de los mayores condicionamientos para el desarrollo. La AFIP, en este momento analiza 950 cuentas de argentinos en el exterior no declaradas por un monto tal que supera los 2600 millones de dólares[5].
- Con más crédito para la producción. Las pymes siguen con problemas para financiarse. Que los bancos presten a lo productivo y menos a lo especulativo y al estado. A tasas cero o muy bajas, para poder salvar las pymes. Salir del modelo que acrecienta las desigualdades y destruye lo público y no genera dignidad en los trabajos y que intenta prologarse más allá de la situación excepcional que enfrentamos. Se debe ejercer el poder para cambiar el orden económico y social. Hacerle saber al “mercado” que este ya no gobierna. No podemos, todos seguir pagando intereses sin funciones productivas, digamos basta a un sistema financiero diseñado para el saqueo El sistema establecido solo es capaz de vivir prestándole sin riesgo al Estado. Expresa intereses que no son los del pueblo argentino.
- Con más poder público en la relación capital-trabajo. Con otra relación del Estado con los grandes empresarios y empresas multinacionales respectos de despidos o descuentos en formas indiscriminadas privilegiando sus intereses por sobre el resto de la sociedad. La conciliación obligatoria hasta ahora es el que camino que se pregonó pero que todavía se encuentra sin éxito en diversos casos. Por eso, el Estado debe ser firme en inspeccionar esas empresas y determinado el incumplimiento establecer sanciones ejemplares de modo de desalentar esas prácticas. Lo que está en juego es el poder frente a la crisis: o la gestiona el Estado o lo hace el capital.
- Con más conciencia ecológica, y replantear el abuso de ‘la casa común’. Este es un tiempo de oportunidad para profundizar el rumbo del desarrollo productivo-inclusivo cuando arribemos a tiempos de post-pandemia. Mientras eso sucede, que no será pronto, tendremos que ir preparando el camino. También significa la oportunidad de un cambio de conciencia y de cultura respecto a los niveles de consumo innecesarios y superfluos y el cuidado del ambiente. Nos debemos un cambio de actitudes y una recuperación de valores ligados a lo verdaderamente necesario.
Y el momento para hacerlo es ahora, en el tiempo de la emergencia, en el que nadie puede desentenderse. Al respecto, Alberto Fernández en la última reunión del Grupo de Puebla, convocó a “pensar de otra manera en construir el mundo que viene. Todo se pone en tela de juicio cuando vemos lo que le pasa al mundo. Una sociedad donde algunos ganan y muchos pierden es una estafa.” Aquí y en todas partes bajo la fiebre y las resistencias del sector concentrado estamos yendo hacia otro paradigma, a otra relación Estado, mercado y sociedad, y es eso es en parte lo trágico y lo fascinante del momento actual, donde ya nada va a ser igual.
[1] Carlos Heller, Dar respuestas, Tiempo Argentino, 12 -04-20.
[2] Socialismo pandémico, Willem H. Buiter, Proyect Syndicate, 9-4-20.
[3] Eduardo Crespo, “Aceleración de los tiempos”, Página 12. 30-3-2020.
[4] Es la cuestión de la desigualdad y de quién pagará la crisis. Al respecto, “Oxfam, informó que en América Latina las 32 personas más ricas poseen la misma riqueza que el 50% de las más pobres. Al mismo tiempo, el 10% con más dinero en la región acapara el 70,8% de la riqueza y el patrimonio y el 1% posee el 41% de la riqueza. De seguir en esa tendencia advierte que, en 2022, el 99% de la población tendrá que repartirse el 49% de la riqueza de la región y que el resto estaría acaparado por el 1 por ciento. Es muy evidente quienes se enriquecieron y quienes padecieron en estos años. Ahora hay que pagar la crisis que desató la pandemia, pero que se venía gestando hace años. Es claro qué sectores deben pagar la crisis, y deben hacerlo con impuestos especiales que graven las grandes fortunas y las riquezas descomunales que consiguieron estos años con el sacrificio y el empobrecimiento de la mayoría de la población”. Oscar Laborde, ¿Quién pagará la crisis?, Tiempo Argentino, 15-04-20.
[5] Raúl de la Torre, “Evasión y fuga, las fortunas de argentinos que halló la AFIP en el extranjero, “La fiscalización de 950 cuentas bancarias con u$s 2600 millones de argentinos en el extranjero, no declarados en el país, abre una puerta que el Estado nacional nunca cruzó. Página 12.