Geopolítica, Pospandemia y Reconstrucción. Parte 2
Daniel García Delgado, director del Área Estado y Políticas Públicas de la FLACSO Argentina, retoma el diagnóstico realizado en la primera parte de este artículo para presentar algunas propuestas de rumbos posibles para la Argentina frente a la pospandemia.
Publicado en octubre de 2021.
Sitio web del Área EyPP, Sección Papeles de coyuntura.
http://politicaspublicas.flacso.org.ar/
Geopolítica, Pospandemia y Reconstrucción
Parte 2. La geopolítica como política pública: propuestas
política internacional y lo que suele considerar como geopolítica, es también política pública. Más aún en política exterior donde se toman decisiones que impactan a todos los ciudadanos. En ese sentido, la Cancillería no es un ente aislado, separado de los demás Ministerios, o vinculado solo a un grupo de funcionarios, con su propio entorno de institutos de capacitación y destinos en el exterior. No, forma parte de un mismo proyecto político, lo mismo que las otras agencias del Estado.
Además, en este contexto, la Argentina no se encuentra muy bien parada. “Sus principales socios comerciales -como vimos, China, India, Brasil y la Unión Europea-, están transitando transformaciones tecnológicas profundas y con signos políticos bien diferenciados. El PBI de la Argentina viene estancado desde 2012 y empeoró notablemente con el macrismo, la recesión de 2018, y luego con la pandemia.[1] Muchos se han empobrecido, pero más allá de responsabilidades concretas de la coalición Cambiemos y la pandemia, los medios hegemónicos lo traducen como si nada hubiera ocurrido en ese periodo neoliberal, y como si la Argentina fuera inmune a lo que sucede en el mundo, incluida la pandemia.
En el nuevo contexto de esta situación pospandémica, el aumento de la presencialidad y el crecimiento económico son avances positivos en el sentido de la reconstrucción del país. Pero ante la derrota de las PASO, el Gobierno debe decidir entre profundizar el contrato social que se configuró con la sociedad en el 2019, o si se va a un debilitamiento de esos objetivos, a continuar con la pérdida de ingresos por la alta inflación y elevados precios. También si seguimos pensando en la cuestión regional y global como importantes para nuestro destino, o si las consideramos como tendencias y conflictos que no nos conciernen, ajenos o distantes a nuestros intereses.
A partir de este diagnóstico, se presentan a continuación algunas propuestas, para un debate que intente revertir las tendencias más riesgosas que se observan en el mundo y la región y aprovechar las oportunidades que también están y se presentan para contar con un rumbo estratégico.
Primero se requiere, apuntar a reconstruir algún tipo de bloque regional, a tener una voz común para el conjunto de América Latina, ya que de lo contrario no tendremos ningún peso ni presencia en el mundo que se está gestando, que es de grandes bloques, regiones y países de nivel continental, y en donde los pequeños países, o aquellos de ingresos medios, como el nuestro solos no pesarán. En ese sentido, la CELAC puede ser una buena oportunidad para empezar a construir esa voz común, en la medida que la CELAC representa a toda la América Latina y el Caribe y es vínculo principal de articulación con China. Además, no sería improbable que el próximo presidente de esta institución fuese argentino, a instancias de México.
En ese sentido, la vinculación México-Argentina iniciada por ambos presidentes para la producción conjunta de vacunas contra el Covid puede ser profundizada en organismos internacionales como el G-20 y apuntar a esta revitalización de la CELAC como organismo representativo de la región, de tener una voz común en las importantes decisiones que se van a tomar en este mundo, en esta tensa transición del poder global.
Esto no significa abandonar el Mercosur a los objetivos del neoliberalismo tardío -de eliminar su condición de Unión Aduanera, a que apunta con la eliminación del arancel externo común-, sino negociar con capacidad estratégica, pragmatismo y flexibilidad reducciones arancelarias, particularmente con Brasil, para modificar aquellos aranceles que no impliquen impactos sensibles para el sistema industrial de estos países (ej. Industria automotriz, textiles, zapatos, etc.). En el dilema de si ‘libre comercio o unión aduanera’, lo que se impone es el salvataje del Mercosur como Unión Aduanera y convertirlo en plataforma amplia de vinculación comercial con el mundo. Y en este propósito no estamos solos, porque tampoco el PT de Brasil, ni los empresarios de San Pablo, ni Itamaraty, están de acuerdo en una política de apertura y liberalización total que aumentaría el desempleo y la precarización; ni tampoco en admitir que los socios del grupo puedan generar TLC con otros países, sin consensos previos, como lo intenta hacer Lacalle Pou en Uruguay.
Como segunda cuestión para una visión estratégica, se requiere aprovechar las diversas fuentes de masa crítica e investigación y propuestas que fluyen por varias instituciones de la región y no comprar paquetes enlatados de los países centrales. Instituciones como la CEPAL, que apoya fuertemente esta orientación de tener una voz común de la región y realiza propuestas en favor de un modelo de desarrollo sostenible, con valor agregado y cuidado ambiental. Asimismo, el Grupo de Puebla, que trabaja en la línea del Foro de San Pablo, es importante también y está considerando desde varios países un rumbo progresista común para las opciones de políticas conjuntas. Y, finalmente, y no menor, el contar con la influencia regional y global del Papa Francisco, en sus posiciones internacionalmente conocidas en favor de los movimientos populares de la región y defensa de los pobres; del medio ambiente; en favor de la paz mundial, así como la reivindicación de la política para la construcción de un mundo distinto y más solidario.
Tercera cuestión, encarar la lucha contra los paraísos fiscales en defensa de la democracia. “Los Pandora Papers han terminado de demostrar cómo algunas de las personas más poderosas del mundo ocultan su riqueza. Los documentos de Pandora han expuesto los detalles de un sistema global cuyos contornos básicos ya eran bien conocidos. Las leyes de propiedad han sido redactadas durante mucho tiempo por y para los ricos, lo que le da al público una amplia razón para sospechar que el sistema está manipulado”.[2] Pero lo que ha demostrado esta investigación, y las dificultades de esta tarea, es cuán bien juristas, legisladores y tribunales han inclinado la ley en favor de las elites.
Esto último es una de las principales contradicciones que impiden a la región el desarrollo, generan inflación y erosionan la democracia, en particular a Argentina, que figura tercero en el ranking de los que más evaden. La cultura evasora de las elites regionales, del ocultamiento de la acumulación de sus ganancias que desfinancia los Estados, no invierten productivamente y paralelamente generan desempleo y pobreza. Porque lo cierto es que nadie hace una offshore si no es para hacer un fraude al fisco. Es un mecanismo del sistema capitalista que va a significar la ruina de todo el mundo, porque muchos se aprovechan para lucrar a expensas del Estado y de los trabajadores. Porque finalmente, ¿por qué la gente va a confiar en la justicia, si sabe que los ricos se llevan la plata que acumularon, no pagan sus impuestos y todo eso aparece como legal?
Cuarto, despolarizar el conflicto y desideologizar las agendas centrales. Al entrar en una nueva etapa ideológica en que se busca mostrar el conflicto global a través de los medios masivos de Occidente, que si antes era contra el terrorismo y el Islam, ahora es contra China y Rusia, considerándose los EEUU como el país democrático y defensor de derechos humanos y del mundo libre por excelencia y defensor de países amenazados. En ese sentido, se trata de despolarizar y considerar que el bien común global no es patrimonio de un reducido grupo de naciones, ni se requiere un liderazgo unificado que vele sobre éste, sino mostrar que el interés general remite a una construcción colectiva que implica el diálogo, el reconocimiento de la multipolaridad y la necesidad del multilateralismo y de reformas institucionales para zanjar los conflictos y resolver problemas que afectan al conjunto de la humanidad. Que hay diversos modelos de sociedad y de sistemas políticos, pero que no hay uno único válido para todo el planeta, porque todos los países son necesarios para salvar al mismo de las amenazas sistémicas, tanto del calentamiento global, de la desigualdad, las migraciones, como de aquellas propuestas no equitativas en la resolución del calentamiento global. En ese sentido, en la cumbre climática de Glasgow es necesario abrir un debate mundial acerca de la injerencia y responsabilidad que cada país tiene en el calentamiento global. La transición hacia una política sustentable global requiere que haya una posición unánime respecto a cómo frenar la contaminación y quiénes, cómo y cuánto deben aportar para revertir la actual situación.
Quinto, salir de una matriz productiva primarizada. El ciclo de armonía entre China y Occidente y de una extraordinaria bonanza económica para la Argentina, y en cierto punto en el mundo entero, comenzó a esfumarse hacia el 2012, cuando EEUU empezó a ver ya a China como una amenaza competitiva seria. Las tendencias a la polarización estuvieron a la orden del día a escala planetaria a partir del 2015 y se acentuaron con la pandemia. Sin embargo, el producto industrial de los países desarrollados duplicó su valor promedio anual entre 2014 y 2019, mientras que el correspondiente a los restantes países que albergan más del 80 por ciento de la población del planeta se redujo en 23 por ciento en el mismo período. Por tanto se trata de buscar negociar y cooperar con todos los países y regiones y tener un no alineamiento activo. Esto es importante y remite a una tradición de Argentina y de los países en desarrollo, del Grupo de los 77 de la ONU, para salir de polarizaciones ideológicas tanto de la anterior guerra fría como de la actual. Y sobre todo, el potenciar alianzas y negocios con países que favorezcan la cooperación en términos de equidad y promuevan la exportación de valor agregado tanto de bienes agrarios, industriales, de servicios, y produzcan transferencias tecnológicas para el armado integrado de cadenas de valor.
Se debe exportar bienes no tradicionales, potenciar las pymes y la economía popular, así como la regulación de sectores monopólicos con actitudes extorsivas hacia el Gobierno en los precios de los alimentos, para preservar el consumo de las mayorías. Se trata de cambiar la matriz productiva, y exportar mayor valor agregado y en esto la política exterior tiene un rol creciente para lograrlo. En ese sentido, la Argentina ya tomó la decisión de ingresar en la BRI (Iniciativa de la Franja y la Ruta) que es el plan de infraestructura más importante existente actualmente en el mundo, y que apunta a la cooperación mutua, la propuesta de un mundo multipolar y el hecho de que puede ampliar nuestra capacidad exportadora, potenciado así el desarrollo económico con mayor capacidad de generar buenos empleos y no primarizarnos.
Sexto, tener una posición más activa y geopolítica del Atlántico Sur y sobre nuestros ríos y que esta no sea solo declamativa. La soberanía del Atlántico Sur es la defensa de la soberanía de Malvinas, en contra de los tratados de Macri; del riesgo que se cierne sobre el control de la Antártida y del estrecho del Drake y la pesca en la plataforma continental. Tampoco aceptar las presiones de EEUU para desactivar la construcción de las represas del sur, dejar de generar en Tierra del Fuego un polo científico tecnológico y una base logística de vinculación con la Antártida. En términos institucionales, esta realidad de soberanía y desarrollo en peligro debería llevar a tener un Ministerio del Mar que posibilite una articulación de lo productivo, la pesca, la extracción de petróleo y de minerales, así como el potenciar la cadena de valor de la construcción naval. Es tan extenso nuestro litoral marítimo y tan importante nuestra condición bicontinental, y sin embargo nuestro Estado y su configuración ministerial hasta ahora conciben al país básicamente como agrícola-ganadero y no marítimo. Y en esta defensa de nuestro mar, también está el rechazo a la pretensión del gobierno de la República de Chile de extender los límites de su plataforma continental por sobre territorio argentino.
Esto tiene la misma lógica de una visión estratégica de defensa de la soberanía de nuestros ríos, particularmente el Paraná dejar de seguir privatizándolo, haciendo concesiones y remendando el esquema del Consenso de Washington como es de la Hidrovía. Se trata de poner balanzas, para saber qué y cuánto se exporta y no de concesionar; se trata de generar un nuevo tipo de empresas públicas con participación de actores, de productores medianos y pequeños. De tener políticas para lograr la soberanía alimentaria y no caer en la tentación de no intervenir por evitar el conflicto, o esperar de que se arregle solo o, peor aún, que lo arregle la justicia, como pasó con Vicentín, donde el poder político no intervino en el momento en que se podía y ahora la empresa esta desguazada, no va a pagar a nadie y lo poco que queda de valor ya es de otra multinacional -Glencore-. Se trata de defender la soberanía alimentaria y tener un Estado eficiente en la regulación de sus exportaciones y de las multinacionales.
Séptimo, modificar un modelo del poder financiero que busca imponerse por sobre la vida de los pueblos. Por un lado, teniendo posiciones firmes en la negociación con el FMI para no quedar entrampados en la deuda permanente, y exigir no pagar la sobre tasa y extender el número de años para pagar. Se trata, asimismo, de ser equitativos sobre quién paga una deuda irresponsable, si el pueblo -que no se benefició en absoluto con ésta- o los que la fugaron. Para ello es importante avanzar sobre la evasión fiscal de los que se fugaron los 45.000 millones, ya que cada vez están más esclarecidos por la información del Banco Central, los Panamá y Pandora Papers. Y hacerlo no en términos de blanqueo de capitales, sino de persecución jurídica por evasión y, en todo caso, de negociar esos activos exteriorizados para que retornen como inversión en cadenas de valor locales.
Esto requiere también incidir en el debate sobre la reforma de la arquitectura financiera internacional que se pretende, donde se necesita de una reforma global y un ambicioso impuesto mínimo global sobre las multinacionales que vaya más allá del 15 por ciento que está ahora sobre la mesa de la OCDE “y que sea lo más cercano posible al 25 por ciento para acabar con la dañina competencia fiscal entre países y reducir el incentivo de las multinacionales a trasladar sus beneficios a los paraísos fiscales”. [3] A su vez, esta institución propone gravar las ganancias de las multinacionales no en función de dónde establecen su casa matriz, que suele ser en lugares de opacidad fiscal como Luxemburgo, Suiza, Hong Kong o el Reino Unido, sino en base a sus actividades reales, es decir, donde se ubican los factores clave: empleo, ventas y activos. Y asimismo, en esta reforma de la arquitectura financiera internacional incluir una forma distinta de encarar la reestructuración de deudas soberanas que no impliquen la deuda permanente.
A modo de cierre: la importancia de los valores
La geopolítica es una política pública de inserción regional e internacional que apunta a la reconstrucción del país y que requiere de un rumbo estratégico. Pero uno que pueda articular las dos realidades, la de construcción de un modelo de desarrollo sostenible, productivo, con valor agregado, y una geopolítica que favorezca el Mercosur como una Unión Aduanera expansiva y consensual, y la Celac como construcción de una voz para toda la América Latina y el Caribe.
Por último, una visión estratégica y geopolítica para esta época pospandémica y de reconstrucción no es solo una cuestión de agenda político-técnica, de diplomáticos y funcionarios, sino que requiere de valores como los de la solidaridad el diálogo y la justicia, como así también del apoyo popular y la participación. Particularmente en este tiempo de elecciones de medio término donde se juegan dos modelos distintos de país: el de una riqueza que se distribuye y genera calidad de vida y un mejor futuro para todos, o el de la concentración, el individualismo, la fuga y la impunidad para la elite. En realidad, la derecha quiere una catástrofe como final del Frente de Todos, porque eso generaría el clima social para producir la tan ansiada restauración conservadora de un saque. La vuelta hacia atrás, hacia las reformas laborales y previsionales. “Por esto es que la operación de pinzas con Rosatti como Presidente de la Corte Suprema y Vidal anunciando que está dispuesta a quedarse con la presidencia de Diputados, rompiendo con una regla de convivencia política histórica, no son meros fuegos de artificio. La idea no es solo que el Frente de Todos pierda en 2023. Es que termine en catástrofe para que el terreno esté preparado para “ir por todo”.[4]
Y en estas particulares circunstancias cabe preguntarse -como lo hacen otros países- ¿cuál es nuestro sueño? Es el de solo sobrevivir en un escepticismo individualista, en la incertidumbre y desencanto cotidiano, con la desconfianza en cada medida pública y que construye la antipolítica que propalan los medios concentrados; o el de reconstruir la esperanza de un país para todos y de generar un modelo de desarrollo sostenible productivo que genere empleo de calidad y una democracia más sustantiva y en una región más autónoma. El salir de la desigualdad de un país con casi la mitad de población pobre y del país evasor especulativo y de captura de rentas, para evitar nuevamente la restricción externa, el endeudamiento y la pérdida de soberanía. Sí, se trata de ir por un sueño de reconstrucción, pero de uno que esté enraizado en nuestra mejor historia y tradiciones políticas.
[1] Roberto Kozulj, “Recuperar la cohesión social”, Suplmento Cash, Pag. 12 10-10-21
[2] Katharina Pistor , “The Pandora Papers and the Threat to Democracy”; Proyect Syndicate. Oct 11, 2021
[3] Señalado por la Comisión Independiente para la Reforma del Sistema Impositivo Corporativo (Icrict).
[4] Demían Verduga, “Operación de pinzas: la derecha va por todo”. Tiempo Argentino, 10 de octubre de 2021, pag. 13