Vida cotidiana y escuelas. Papeles de trabajo

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Marco teórico

Escuelar o “hacer escuela” supone para nosotros el desarrollo de ciertas maneras de hacer. Maneras de hacer que inventan lo cotidiano y construyen un sentido colectivo que emana de la práctica y la alimenta a su vez. Cada escuela teje sus argucias, sus decisiones, los sentimientos que rigen su práctica cotidiana (De Certeau, 1979) y que son, a la vez y al mismo tiempo, construcción colectiva y actuación singular.

Esas maneras de hacer no son únicas ni estancas, sino que toman cuerpo en cada territorio específico, en cada contexto: están situadas. En ellas se expresa una relación particular entre “lo micro” y “lo marco”, entre la estructura y el detalle.

Así, entendemos la escuela como espacio vivo, como tejido de experiencias (Punta, 2019). La vida cotidiana en las escuelas supone un entramado de tiempos y espacios que organizan rituales (Reguillo, 2000). Estudiantes, docentes, directivos, familias y vecinos forjan sus vínculos y subjetividades en este terreno y, a su vez, agencian la norma y la excepción.

Todo vínculo al interior de la escuela, toda acción pedagógica, actúa para nosotros una política de cuidado. O, más bien: la dimensión del cuidado es transversal y constitutiva de las relaciones pedagógicas. Cuidar del otro implica, al decir de Carlos Sklyar (2009) ‘’aceptar que la vida no es un hecho privado, sino un hecho comunitario’’ e implica reconocer que la fragilidad no es exclusiva de los adolescentes, que no es sólo su mundo el que “está roto”. Los adultos también, según el autor, nos des-cubrimos ante los otros, exponemos nuestras perplejidades. Insiste Slyar en que solo es posible construir sentido “allí donde la presencia del otro interfiere en mi soliloquio”. Entendemos en este sentido a la confianza (Cornú, 1999) como elemento central y constitutivo de las relaciones pedagógicas. La confianza cotidiana “como aquella que hace acto, que está presente, que se constata no solamente en la costumbre sino en el hecho de tomar un riesgo cuando hay algo que se presenta como desconocido”.

Construir maneras de hacer en las escuelas (y develar las implícitas). Hacer escuelas de puertas abiertas, que alojen diversidades, que atiendan trayectorias, que apuesten con inteligencia y sensibilidad a la construcción de comunidades y de vínculos, que experimenten e inventen con lo desconocido, que ensayen nuevos territorios, nuevos recovecos para su quehacer. Esta es la apuesta de una praxis que este trayecto busca multiplicar.